La celebración del pasado Xbox Games Showcase, del que fuimos testigos hace justo una semana, fue el telón de fondo para anunciar que tanto Final Fantasy VII Remake Intergrade como Final Fantasy XVI, por fin se lanzarían en Xbox. El primero lo hará a finales de año, pero el segundo se puso a la venta desde esa misma tarde a modo de ‘shadow drop’, y desde esa misma tarde quisimos ver cómo se desenvuelve el juego al completo en las consolas de Microsoft.
Así, tras su paso por PlayStation 5 y PC, Square Enix reafirma su apuesta por una narrativa adulta, una jugabilidad muy ‘palomitera’ y centrada en el espectáculo y un sistema de combate digno de los mejores juegos de acción contemporáneos. Pudo gustar más o menos, pero esta atrevida entrega rompió con muchos de los elementos tradicionales del JRPG con una propuesta que no dejó indiferente. Y ahora los jugadores de Xbox pueden dictar sentencia.
Una historia de venganza en un mundo dividido por el éter
La ambientación de Final Fantasy XVI nos transporta a Valisthea, una tierra asolada por tensiones políticas, guerras encubiertas y la decadencia provocada por el agotamiento del éter. En este escenario de conflicto y traiciones, los llamados Dominantes —humanos que albergan en su interior a los imponentes Eikon— se convierten en armas vivientes cuya sola existencia impone un precario equilibrio entre naciones.
Nuestro protagonista, Clive Rosfield, inicia un viaje personal impulsado por la tragedia y el deseo de impartir justicia. El tono general de la historia se aleja de las convenciones típicas de Final Fantasy, abrazando una narrativa más sombría y violenta, en la que temas como la xenofobia, el colapso de las estructuras de poder y la pérdida personal se abordan con madurez y crudeza.
La narrativa arranca lenta, pero destaca especialmente en su primer tramo, con un ‘worldbuilding’ (proceso de crear y desarrollar el universo ficticio) coherente y una trama política apasionante. Sin embargo, en su segunda mitad, el ritmo se diluye y algunos giros de guion no alcanzan el mismo impacto o, al menos, no el esperado. El gran antagonista resulta especialmente insulso, contrastando con el enorme carisma de Clive, uno de los héroes mejor construidos de la saga.
Combate sin turnos: ritmo, precisión y puro espectáculo
La jugabilidad de Final Fantasy XVI gira en torno a un sistema de combate en tiempo real que renuncia completamente a los turnos o estrategias tradicionales. Aquí todo se decide en el campo de batalla a modo de ‘hack and slash’, con combos fluidos, habilidades elementales y una ejecución técnica impecable.
Clive es el único personaje que controlamos, aunque está acompañado en muchas fases por aliados con funciones más decorativas que tácticas. La clave está en su capacidad para alternar entre tres Eikon, cada uno con habilidades únicas que podemos combinar en plena acción para crear combos tan personalizados como devastadores.
Esquivas, contraataques, comandos especiales y una barra de límite que potencia nuestras capacidades forman parte de un sistema dinámico que no pierde fuerza en ningún momento. Además, la aventura recompensa la capacidad de experimentar con todos los elementos y permite a cada jugador encontrar su propio estilo ofensivo.
La curva de aprendizaje es suave gracias a la inclusión de accesorios de asistencia, pensados para quienes buscan una experiencia más ligera sin renunciar al espectáculo. El resultado es sus distintos niveles de dificultad es un combate accesible, profundo y extremadamente satisfactorio.
Eikon vs Eikon: el nuevo techo de la epicidad jugable
Las batallas entre Eikon representan los momentos más impactantes del juego. En estas secciones, tomamos el control directo de una de estas entidades gigantes para enfrentarnos a otras en secuencias que rozan lo cinematográfico.
Estas peleas van escalando en complejidad, pasando de simples ‘quick time events‘ a enfrentamientos híbridos que mezclan géneros como el shooter y el beat ‘em up. Su espectacularidad visual y sonora es apabullante, y varias de ellas podrían considerarse hitos técnicos dentro del panorama actual del videojuego. Todo funciona a la perfección.
Exploración y contenido secundario: más forma que fondo
Donde Final Fantasy XVI flaquea es en su componente de exploración. Aunque incluye zonas abiertas, estas actúan como meros espacios de transición sin apenas elementos que inviten a perderse por el entorno. No hay secretos significativos, ni minijuegos, ni recompensas ocultas que aporten profundidad a la experiencia. No escudriñes cada esquina porque no vas a encontrar nada.
Las misiones secundarias, por su parte, oscilan entre lo anecdótico y lo olvidable, con estructuras repetitivas que rara vez aprovechan el potencial narrativo del universo de Final Fantasy. Solo algunas líneas opcionales, centradas en aliados o eventos históricos, aportan verdadero valor.
Sin embargo, las cacerías son la excepción: desafíos bien planteados que nos obligan a buscar pistas y enfrentarnos a jefes opcionales con mecánicas únicas. Estas secciones suponen uno de los mayores incentivos para salir del camino principal.
Progresión simplificada y personalización limitada
A nivel puramente rolero, el título se queda algo corto. La subida de niveles es prácticamente automática, y el equipo tan solo modifica dos atributos clave: ataque y defensa. No hay builds complejas ni decisiones tácticas relevantes a nivel de estadísticas. Algo que pueden adorar los menos acostumbrados a la profundidad de los RPG, pero aburrir a los más veteranos o fans de la franquicia.
Lo más cercano a una personalización real lo encontramos en el árbol de habilidades, donde podemos asignar ciertas técnicas a nuestros Eikon, mejorarlas y transferirlas entre ellos. Este sistema sí permite planificar sinergias interesantes y ajustar nuestro enfoque de combate.
Rejugabilidad y modos de desafío
Completar la historia principal puede llevar entre 30 y 35 horas, cifra que se duplica fácilmente si decidimos abordar todas las historias secundarias y actividades opcionales. Al terminar la campaña se desbloquea un modo Nueva Partida+ con una dificultad superior, nuevas armas y enemigos más agresivos para los más osados.
También se incluye un modo arcade con calificaciones por nivel, pensado para quienes disfrutan de la optimización y la perfección en el combate. Por otro lado, las Ordalías, retos contrarreloj contra oleadas de enemigos, ofrecen el desafío más intenso del juego.
Apartado gráfico: una producción a la altura, pero con matices
En lo técnico, Final Fantasy XVI impresiona desde el primer minuto. Las animaciones, los modelados y la puesta en escena alcanzan un nivel de calidad altísimo, especialmente en las cinemáticas y las peleas entre Eikon.
El modo calidad en Xbox Series X|S ofrece una imagen impecable con una tasa fija de 30 fps, ideal para apreciar los detalles artísticos del juego. El modo rendimiento, en cambio, sufre para mantener los 60 fps debido a inconsistencias durante la exploración y, aunque mejora durante los combates, sacrifica demasiada resolución. Por otro lado, el excesivo ‘motion blur’ que viene establecido por defecto también puede empañar la experiencia, pero se puede adaptar en los ajustes, al gusto de cada jugador.
Banda sonora y sonido: una obra maestra de Soken
En el apartado sonoro, el trabajo de Masayoshi Soken brilla con luz propia. La banda sonora equilibra la épica con la emoción, alternando entre homenajes al pasado y temas originales de gran potencia narrativa. Cada momento está acompañado por una pieza que amplifica su impacto, tanto en la acción como en las cinemáticas.
El doblaje en inglés es sobresaliente, con interpretaciones precisas y naturales. También se incluye doblaje japonés y latino, aunque la sincronización labial se ha trabajado exclusivamente para el inglés, y es la que recomendamos. Los textos, como es habitual en la saga, están completamente localizados al español de España.
Conclusión del análisis de Final Fantasy XVI en Xbox
Final Fantasy XVI no es un regreso a las raíces, sino una reimaginación moderna de lo que puede ser un RPG de acción. Su narrativa intensa, su espectacular sistema de combate y su despliegue técnico lo convierten en una entrega imprescindible, aunque algunos sacrificios en exploración, profundidad rolera y coherencia argumental impiden que alcance la excelencia absoluta para todos los jugadores y fans de la saga.
Aun con sus fallos, esta es una fantasía que merece vivirse, especialmente ahora que aterriza en Xbox con toda la fuerza que caracteriza a las grandes superproducciones. Si estás preparado para dejar atrás los turnos y abrazar el caos controlado de la acción, aquí te espera una de las experiencias más potentes que ha recibido la generación.