Tras plantar cara a la Legión Roja Cabal, os traemos el análisis de Destiny 2 para Xbox One, la secuela del exitoso juego de Bungie lanzado en 2014. Hemos querido tomarnos el tiempo necesario para descubrir todas las bondades de Destiny 2 en estas primeras semanas, como la Raid y las pruebas de los Nueve, que llegaron el viernes, además de los clanes y el poder seguir experimentando con las misiones y todo lo que Destiny 2 tiene que ofrecer.
¿Cuándo es el momento de compartir el análisis de Destiny 2? Es una pregunta sin una respuesta clara, pero creemos que, ahora mismo, el juego tiene argumentos más que suficientes que justifican su análisis. Y aquí vamos.
Sí, Destiny 2 tiene historia
¿De qué va la historia del primer Destiny? Pocos se acordarán del popurrí de misiones inconexas que tenía el primer juego, algo que se intentó solventar con los contenidos descargables y que, con Los Señores del Hierro, se llevó un paso más allá al crear cinemáticas con más peso en lo narrativo. Y es que, esa es la clave, la narrativa. Bungie no es un estudio que se caracterice por ser de los grandes cuenta cuentos de la industria, pero sí sabe crear universos como ningún otro.
Destiny 1 carecía de una narrativa sólida, pero sí tenía una historia, el famoso lore que se descubría con el grimorio fuera del juego. Ahora, eso no está y el jugador descubrirá que la historia de Destiny 2, tanto la que se nos cuenta en la campaña como la que descubriremos en las misiones secundarias (sí, hay misiones secundarias de verdad) y artefactos que encontraremos en el juego, tiene un sentido, una coherencia y sigue creando esa sensación de estar ante algo épìco. Ahora sí es más fácil ver la épica de la que presumía el primer juego, ese »conviértete en leyenda» ahora sí me lo creo y parte de culpa la tiene su campaña.
Ambientada ni se sabe cuántos años tras los sucesos del primer juego (lo sabemos por las constantes referencias a personajes como Eris), Destiny 2 nos pone en la piel del guardián o guardiana que creamos en el primer juego. Volvemos a la Torre tras una misión, pero todo está destruido y, cuando descubrimos quién ha sido el causante, no sólo vemos que la Vanguardia ha caído y está dispersa por diferentes planetas, sino que todos los guardianes se han quedado sin su luz debido al hambre de poder de Ghaul, el líder de la Legión Roja, una temible facción Cabal.
La historia, bastante corta si vamos a piñón, nos animará a reunir a los miembros de la Vanguardia para derrotar a la Legión Roja. La narrativa ahora es mejor, con constantes conversaciones en las misiones y, sobre todo, con cinemáticas que nos muestran el bando enemigo y las intenciones de Ghaul. Al final, recuerdas por qué estás haciendo las cosas y, aunque se haga corta y muy sencilla (no podremos elegir dificultad de las misiones y el enemigo final será un paseo como »farmeemos» nivel antes de tiempo), es divertida y la historia convence. Sin embargo, cuando se acaba la historia, comienza de verdad Destiny 2 (y la espera hasta un DLC del que ya hay teorías viendo la cinemática final).
El »endgame» de Destiny 2, la clave del juego
Y es que, Destiny 2, al igual que la primera entrega, empieza cuando termina la campaña. Este es el momento de empezar a trazar una estrategia que nos permita invertir el menor esfuerzo posible, pero con la mayor recompensa, lo que se traduce en buen equipamiento en poco tiempo. El endgame de Destiny nos volverá a llevar a los planetas de IO, Nessus, la luna Titán y la Tierra, a la Zona Muerta Europea, pero ahora no repetiremos lo mismo que ya habíamos hecho durante la campaña una y otra vez, sino que disfrutaremos de misiones secundarias que tienen su propia narrativa, las patrullas (que ahora son algo más cortas, para no cansar tanto al jugador), los eventos públicos (mucho mejor indicados en el mapa y que se vuelven heroicos y más lucrativos si reunimos ciertos requisitos) y algunas misiones de historia que repetimos y que nos encargará Ikora desde el espacio social.
Además, en esta entrega habrá desafíos diarios y por planetas que nos animarán a hacer cosas de cierta forma, acabar con enemigos indicados, recolectar recursos o explorar unas cuevas nuevas que son bastante espectaculares visualmente, pero cuyo interior no esconde demasiado a nivel de botín. Será en este modo en el que debamos ir jugando con las novedades y, sobre todo, aprendiendo cómo funciona cada arma y los beneficios que las piezas de armadura nos dan. Al igual que en el primer juego, aunque el sistema ha cambiado ligeramente, tendremos ciertos atributos que nos otorgarán las armaduras. Tendremos que seleccionar las piezas que mejor se ajusten a nuestra forma de jugar.
Por otro lado, están las armas. Olvidad las categorías del primero, ya que eso no existe. Tenemos las armas cinéticas y energéticas (fusiles de explorador, de pulsos, automático o pistolas, entre otros) que funcionarán ambas como principales. Las escopetas, espadas, lanzagranadas, lanzamisiles y rifles de largo alcance ahora serán armas pesadas y, como tal, necesitarán su propia munición pesada en el Crisol. Lo que se mantiene casi intacto son los árboles de habilidad (con tres subclases por personaje) y el maravilloso gunplay. A Bungie se le podrán dar lecciones a la hora de contar historias,pero el manejo en consolas lo tienen más que superado. Otra cosa que han mejorado enormemente es la fluidez general a la hora de moverse dentro del planeta gracias a un mejor mapa.
La magnificencia de lo excepcional
Destiny 2, al igual que el primer juego, es un juego cargado de pequeños detalles y matices que sólo descubres cuando llevas muchas, muchísimas horas. Como ya he dicho, no hay luz, hay »poder» y las armas vuelven a tener un número que indica su poder. 270 es mejor que 248, eso está claro, ¿verdad? Bueno, no siempre. Imaginad el caso de dos armas de la misma clase y tipo, un fusil de de pulzos cinético. Uno es de leyenda (morado) y tiene 270 de poder. El otro es excepcional y tiene 248. El excepcional siempre va a rendir más gracias a un puntito secundario que hace que el arma sea más poderosa.
Con las armaduras ocurre lo mismo. El equipamiento morado y amarillo tiene ciertos potenciadores que nos permitirán, por ejemplo, recargar automáticamente un subfusil cuando lo guardemos o rellenar parte del cargador de un fusil automático si llevamos cierta armadura excepcional equipada. Este tipo de detalles son los que marcan la diferencia en el Crisol, el apartado multijugador competitivo de Destiny 2.
Crisol
El Crisol en Destiny 2 ha evolucionado, al igual que el resto del juego, y se ha ampliado. Ahora, además de los clásicos »control» y muerte por equipos, encontramos un modo en el que tendremos que acabar con las vidas del resto del equipo enemigo (hay un contador de vidas que garantiza reapariciones, pero cuando acabe no se hará respawn) y otro que es, básicamente, el »baja confirmada» de Call of Duty. Cuando acabemos con un enemigo, tendremos que coger su engrama para puntuar, lo que convierte este modo en muy dinámico.
Lo demás es prácticamente igual, aunque tendremos los mismos desafíos diarios que vemos en los modos cooperativos y las hazañas diarias para darle algo de variedad y obligarnos a elegir un arma u otra… o matar de diferentes formas para superar desafíos y, así, ganar objetos que equipar y hacer que la rueda siga girando. Sin embargo, las recompensas más jugosas las conseguiremos en Leviatán, la primera incursión, los Asaltos y las Pruebas de los Nueve.
Leviatán y el verdadero Destiny 2
La última pata de la experiencia son los modos multijugador, tanto competitivos como cooperativos, más exigentes. Por un lado están las Pruebas de los Nueve, un modo en el que, por escuadras de 4, tenemos que enfrentarnos en partidas con jugadores de mucho nivel. Por otro lado están los Asaltos, misiones especiales con gran botín y que se superan con escuadras que podemos buscar vía matchmaking, y los Asaltos de Ocaso, lo mismo, pero más complicado, sin búsqueda de jugadores y, además, contrarreloj.
La pieza angular es una Raid (llamada Leviatán) que se desbloquea cuando llegamos al nivel 260 de poder y que es una auténtica maravilla, un puzle complejo que forman varios engranajes y que tendremos que resolver en escuadra para tener la mejor comunicación posible, ya que es un verdadero reto. Algo muy positivo de esto es que Bungie ha dejado atrás la absurda política que nos impedía jugar solos a estos modos. De momento necesitaremos una escuadra para jugar a estos tres modos, pero pronto podremos buscar otros jugadores vía matchmaking para completar los retos.
La belleza del espacio
Como todo en Destiny 2, el apartado audiovisual no rompe con lo anterior. En su día, el juego de Bungie sorprendió gracias a una iluminación soberbia y unas texturas marca de la casa (con Halo Reach alcanzaron la cúspide de Xbox 360). Destiny 2 también es continuísta tanto con la tecnología del estudio como con el arte y, ciertamente, todo lo que vemos en esta secuela huele a la primera entrega. Lo cual no es malo en absoluto, claro está.
Destiny 2 pega un pequeño empujón en cuanto a resolución de texturas generales y elementos en pantalla se refiere. Además, el diseño, la distancia de dibujado y el filtrado anisotrópico gozan de un gran nivel. Mención aparte merecen las partículas, algo que se ha mejorado muchísimo en esta entrega y que nos encantará ver en la versión de Xbox One X, de la que hablaremos cuando tengamos la consola entre manos, como no podía ser de otra manera. En PC, las partículas se multiplican, veremos si Bungie aprovecha la potencia de la nueva máquina para potenciar esto.
Eso sí, mientras el primer juego rendía a unos fijos 30 frames por segundo, en esta secuela he experimentado alguna bajada de frames de manera puntual en momentos de estrés, pero sobre todo se han notado más en el planeta Titán y no sé hasta qué punto es algo que depende del juego o de la necesidad de estar conectados. Ciertamente, con 300 MB simétricos, no creo que sea cosa de la red, ya que siempre se da en ciertos momentos de los eventos públicos en Titán o algunas zonas muy congestionadas de otros planetas.
Estas congestiones pueden ocurrir debido a las explosiones. Y es que, todo en Destiny 2 está hecho para… molar. Las explosiones son constantes y las armas excepcionales pegan de forma muy contundente, pero cuando derrotamos a un enemigo disparando en su punto débil y vemos su »alma» salir disparada, o reventar en pedazos, nos sentimos genial. Es una prueba más del diseño inteligente que tiene Destiny para provocar una sensación en el jugador. El enemigo muere igual, pero no es lo mismo que su cabeza eche humo negro a que caiga redondo al suelo. Es parte de la ambientación.
En el apartado sonoro no hay nada que reprochar, es de matrícula. La actuación de todos los actores de doblaje en nuestro idioma es ejemplar, el ritmo y la entonación de las voces está bien medido y no hay algunas que suenen por encima de otras. Todo está bien impostado en este aspecto. Por otro lado, los efectos de sonido son contundentes y nos hacen creernos las pesadas armas que tenemos entre manos. Pero, sin duda alguna, lo mejor es una banda sonora que nos acompañará en cada misión (ya sea de historia principal o secundaria) y en el Crisol, con reminiscencias de Terminator, Halo y el propio Destiny 2. El trabajo de Michael Salvatori es para quitarse el sombrero.
Más grande y mejor. Más Destiny
Destiny 2 es inmenso,. hay muchísimas cosas de las que hablar y es un juego que, aunque parece que termina en sus primeros días una vez completamos la campaña, dará para, como poco, un par de años de diversión. Es complicado tratar todos los matices de un juego así en el análisis. Por ejemplo, cuando subimos al nivel 20 dejamos de »subir de nivel». En su lugar, vamos completando una barra amarilla que, al llegar al final, nos da un engrama luminoso. Este engrama, que parece muy rimbombante, nos dará shaders y elementos que potenciarán nuestras piezas de ataque y armadura, añadiendo más matices al funcionamiento de las mismas.
Además, es un juego que irá evolucionando, pero, como dije al principio, creemos que el contenido que ahora mismo podemos disfrutar en Destiny 2 es justo como para hacer un análisis. El juego, ni de lejos, llega tan capado como el primero y, aunque faltan cosas y nuevas pruebas, como más Asaltos, la carrera hasta el nivel máximo es divertida gracias a una sensación constante de evolución y, sobre todo, a las pruebas que hay que superar para conseguir según qué equipamiento.
Sí, hereda algunas de las peores cosas del juego, como tirarte varias partidas esperando un engrama excepcional necesario para avanzar en una misión y ver cómo tu compañera lo consigue a la primera de cambio, pero ese puntito de aleatoriedad (mucho menos que antes) es el que te mantiene pegado. Eso y su excelente, vuelvo a repetirlo, gunplay.
Veremos cómo evoluciona Destiny 2, pero la base es mucho más sólida que la que tuvimos en 2014. Ahora sí empieza el viaje de 10 años que nos vendió Bungie con el primer Destiny. Ahora sí es el momento de convertirse en leyenda.