Un tapado lanzado en un momento muy dulce para el género RPG, y en especial para los que tiraban del lado de la acción, eso fue Dragon’s Dogma. Capcom supo ofrecer algo diferente con su juego, que con el tiempo, ha ido obteniendo el reconocimiento de los jugadores más dados a este tipo de títulos. Y es que bajo una apariencia de RPG «del montón», nos encontrábamos con una propuesta fresca que contaba con elementos particularmente innovadores (todavía perceptible a día de hoy), que bien merecían llegar a un público más amplio.
Bajo una capa de fantasía medieval y una presentación en general muy tradicional, encontramos a día de hoy un título con unas mecánicas frescas, dinámicas y divertidas que sí, beben directamente de otros juegos importantes, tanto de dentro del género como de fuera, pero que sabe llevar a su propio terreno de una forma gratamente original. El resultado de su lanzamiento original fue un título que, aunque quizás no entrase fácil desde el principio, poco a poco fue calando hondo en la comunidad de jugadores aficionados a los RPG. Y si en su momento os lo perdisteis, aprovechamos este análisis de Dragon’s Dogma Dark Arisen en Xbox One para refrescaros la memoria y, de paso, contaros las bondades de una remasterización que, esta vez sí, tiene mucho sentido por traernos de vuelta uno de esos juegos que merece la pena rescatar.
Un buen simulador de cazar monstruos
Puede que alguno de vosotros no recuerde muy bien el momento en el que salió el Dragon’s Dogma original, o que simplemente le pasara desapercibido ya que, visto desde fuera, no parece un juego muy diferente de la amalgama de RPG medievales de entonces. Pero yo recuerdo especialmente bien una idea sobre su anuncio y posterior lanzamiento: tras unos años bastante enganchado a la saga Monster Hunter, también juegos de Capcom, al anunciarse Dragon’s Dogma y ver sus primeros vídeos de gameplay, la cosa apuntaba bastante a un estilo de juego similar. Cazar monstruos enormes y cada vez más peligrosos por medio de combates épicos y con compañeros, y además esta vez en un mundo amplio y aprovechando la potencia de las consolas de sobremesa.
Finalmente Dragon’s Dogma fue algo bastante diferente a la fórmula Mosnter Hunter. Aunque el tema de la caza de monstruos estaba ahí como elemento principal, sus mecánicas eran más clásicas e iban por otros derroteros. Eso no quiere decir que el juego no contase con fuertes influencias de la otra popular saga de Capcom. Y quiero creer que son precisamente esos detalles buena parte de los culpables que lograron hacer de Dragon’s Dogma un juego de culto como el que es ahora, porque había por entonces pocas cosas parecidas en esos aspectos.
El mejor simulador de amigos
Uno de los mayores logros de Capcom en Monster Hunter es su multijugador, que en los retos más elevados pone a prueba constantemente la coordinación de los cuatro jugadores, con resultados muy gratificantes cuando las cosas se hacen bien; más la colaboración fuera del propio combate a la hora de preparar cada cacería, poniéndonos de acuerdo para qué objetos o equipo llevar al combate, o de qué modo va a ser mejor afrontarlo. Que Dragon’s Dogma no contase con un multijugador parecido fue una decepción, pero la realidad es que Capcom ideó un ingenioso sistema de peones (que no es otra cosa que los personajes controlados por la IA que nos acompañarán en las misiones) que no solo consigue que nos olvidemos del multijugador, sino que llega a convertirse en una de sus principales virtudes. Dragon’s Dogma está cerca de ser un perfecto simulador de amigos. Estos peones son compañeros fiables en combate, y son capaces de ofrecernos información y consejos útiles fuera de la acción en base a sus propias «vivencias», mediante un sistema de comentarios y consejos espontáneos, casi como si estuviésemos jugando con colegas.
Ante la falta de invocar a compañeros de aventuras controlados por otro jugador, lo que sí podemos hacer es invocar directamente, como compañeros controlados por la IA, a los personajes creados por esos otros jugadores. Es decir, se trata de una experiencia single player, pero su componente online consiste en poder invocar a los personajes con los que otros juegan. Así mismo, también nuestro propio protagonista podrá ser invocado por otros jugadores en sus partidas. Esto cobra mayor sentido a partir de un editor muy completo, que además de las características (típicas) del estilo de combate y habilidades, nos permite personalizar bastante el aspecto del personaje. Pero se convierte en algo especialmente interesante en el momento en el que comenzamos a contratar a los peones de otros jugadores, vamos cambiándolos dentro de nuestra escuadra en función de lo que nos interese más en cada momento, o vamos compartiendo información a través de los peones con otros jugadores. Los peones (personajes de otros jugadores controlados por la IA en nuestra partida) se comportan de forma bastante coherente y resultan de bastante ayuda si los hemos elegido bien. No es como jugar con otras personas, y se nota la artificialidad, pero gestionarlos tiene su punto.
Todo un sistema original y que sorprendentemente funciona bastante bien, aunque en algunos aspectos tenga carencias. Justo por eso, la llegada de un Dragon’s Dogma 2, con un sistema de peones todavía más pulido, se antoja una idea de lo más suculenta para cualquier amante del RPG. Mientras, Dragon’s Dogma Dark Arisen se convierte en una parada obligatoria con esta remasterización si os pasó desapercibido en su momento, aunque solo sea por comprobar cómo funciona todo este sistema.
Pero no solo por eso, Dragon’s Dogma tiene otro punto muy fuerte: su sistema de combate, que dentro del género es lo de mejor que hemos visto aun a día de hoy. Decía antes que el juego tiene fuertes influencias de Monster Hunter, y en este apartado también las recoge. Sin embargo, se queda con el concepto de Monster Hunter dejando completamente de lado esa tosquedad, lentitud, o como prefiráis llamarlo, del control de Monster Hunter, para convertirlo en combates con un ritmo alto.
Si sois más puristas (reconozco que a mí me cuesta despegarme de ese lado en este caso) echaréis en falta esas animaciones y movimientos más toscos, que al final no hacen otra cosa que convertir al combate en algo más estratégico, y que son por completo marca de la casa en Monster Hunter. Pero si os conseguís olvidar de eso, la caza de monstruos en Dragon’s Dogma es algo igual de divertido, que mantiene cosas como la estamina o el comportamiento de los monstruos, que va evolucionando durante la batalla. Carece de la misma profundidad, pero introduce ideas interesantes que hacen que esto sea mucho más que correr, esquivar y machacar botones. La posibilidad de agarrarse a los monstruos más grandes y escalarlos, por ejemplo, o los combos que podemos realizar con los compañeros o el uso de diferentes tipos de objetos. Todo esto acompañado de un movimiento y control ágiles, nos llevan a tener un sistema de combate preciso, rápido, y con el toque justo de complejidad, que es uno de los mejores que podéis probar en un action RPG.
Si dejamos de lado sus dos puntos más innovadores, Dragon’s Dogma bebe de toda la tradición del RPG medieval en cuanto a ambientación, mitología, historia o términos. Para empezar, en la variación de clases, con un caballero más defensivo, un mago, o el strider, una especie de mezcla entre guerrero, pícaro y arquero. También en el sistema de misiones, o en una historia tan típica que tiene un interés nulo. Aun así se agradece el esfuerzo por intentar crear un mundo amplio, aunque se quede muy lejos de los referentes del género, y una ambientación que nos mantenga en el hilo de lo que en realidad importa en Dragon’s Dogma: la acción y la gestión de peones. Al final hay cosas en las que es torpe, como la gestión del inventario, o el desarrollo de la historia, pero se le perdonan una vez que le pillas el ritmo a esto de la caza de monstruos.
¿Qué ofrece como remasterización?
Donde no destacaba Dragon’s Dogma en 2012 era en su apartado visual. No estaba mal, pero quedaba lejos de los títulos punteros. Contaba con escenarios bastante amplios, pero también con un diseño bastante plano y que, salvo por algunos enemigos, no suponía nada realmente innovador o carismático. Por eso esta remasterización era además una oportunidad para poner un poco más a punto un juego, por lo demás, bastante generoso, y que muchos podrán descubrir ahora.
Sin embargo Capcom se ha limitado a mejorar la resolución, lo que conduce a una mejora en la calidad visual, pero no se ha tocado ningún otro aspecto gráfico. La mejora en cualquier caso es palpable, como podéis comprobar en el vídeo comparativo de la propia Capcom que os dejamos abajo (la comparativa es entre PS4 y PS3 porque no se ha publicado una entre Xbox 360 y Xbox One, pero a nivel gráfico las remasterizaciones son similares). Una lástima, por otro lado, que se haya mejorado la estabilidad del framerate, pero no se hayan ofrecido los 60 fps que sí son posibles en su versión de PC, y que tan bien pueden sentar a un juego de este estilo, con momentos de acción muy intensos y con muchos elementos en pantalla a la vez.
La inclusión de la expansión Dark Arisen también es un aliciente interesante si no la habéis jugado. No se trata de un gran añadido de contenido, pero nos presenta nuevos escenarios y enemigos, algo que se agradece después de haberle echado al contenido original muchas horas.
Conclusión
Dragon’s Dogma Dark Arisen conserva intactas las principales virtudes del juego original, que es lo importante en este caso, pero también sus fallos se notan ahora un poco más. Cosas como una historia o ambientación poco originales o una estructura de misiones muy plana, se notan ahora más después de haber jugado a algunos referentes actuales del género. Dragon’s Dogma Dark Arisen merece mucho la pena por sus cosas buenas, que pesan más que unos errores que pueden tomarse más como torpezas que como auténticos fallos, aunque a nivel técnico se echa en falta un lavado de cara más profundo. Sobre todo si en su momento no lo jugasteis, os recomendamos darle una oportunidad ahora.