Mientras los grandes agentes de la industria parecen mirar solo por la rentabilidad de sus productos y apuestan cada vez más fuerte por los juegos como servicio o prácticas tan cuestionables como los NFT, parece que la creatividad y la experimentación, algo que definió al medio en su día, se ha visto relegado al panorama independiente. Pequeños estudios de desarrollo que buscan simplemente expresar una idea sin necesidad de abordar mecánicas complejas o enormes desafíos, ni contar con presupuestos de siete cifras. Así es FAR: Changing Tides.
Al igual que la primera entrega de la serie, FAR: Lone Sails, se trata de un juego sin pretensiones que no busca ser más de lo que es. Podría englobarse en ese cajón de sastre al que llamamos “walking simulator” ya que su experiencia se centra en el propio viaje más allá del conjunto de mecánicas de plataformas, puzles y mecánicas de gestión que conforman su experiencia. Una aventura predominantemente contemplativa y melancólica donde pese a su contexto, lucha por hacerte sentir que tienes un hogar donde sentirte seguro.
Viaje a ningún lugar
FAR: Changing Tides es un juego sin historia propiamente dicha, igual que su predecesor, pero déjame decirte que tampoco le hace falta. Es el propio viaje el que cuenta su historia. Exactamente igual que en FAR: Lone Sails, el juego empieza con un niño y el único objetivo de avanzar hacia adelante abriéndose paso por las ruinas de un universo postapocalíptico. Esta vez anegado de agua, en vez de ser un desierto. Podrímos preguntar quién es ese niño, dónde está, de dónde viene o qué ha pasado a su alrededor, pero nada de eso importa.
Conforme avanzamos, el propio universo habla por sí mismo a través de un diseño plagado de narrativa ambiental. Son los asentamientos industriales con murales en sus paredes, las ruinas tecnológicas y los diques de contención los que hablan por sí mismos. ¿Cuál es el objetivo de nuestro personaje? ¿Alguien le persigue? ¿Quiere volver a casa? Son preguntas que uno se hace en los primeros compases del juego hasta que nuestro protagonista llega al barco que le permitirá abrirse camino por los restos de este universo devastado. Ahí es cuando comprendes que no hay un hogar al que volver, sino un algo a lo que llamar hogar.
El propio barco se convierte en un personaje más de la aventura con el que se llega a conseguir un vínculo emocional. No se trata de una simple herramienta con la que conseguir un objetivo, realmente duele cuando haces mal las cosas y el barco se estropea. En un mundo sin mundo, ese barco acaba siendo el único sitio en el que sentirse como en casa pese a ser simplemente un conjunto de mecanismos y pistones que refuerza el sentimiento de melancolía que inunda la atmósfera de igual manera que el agua inundó este universo.
A toda vela
Este sentimiento no es casual, ya que toda la experiencia de FAR: Changing Tides gira entorno al barco, en alimentarlo, en mejorarlo, en mantenerlo en condiciones. Gran parte de la aventura pasa como un viaje contemplativo por preciosas estampas del fin de una civilización entre puestas de sol y alguna que otra tormenta. Sobre todo al principio, cuando la única manera de desplazarse es aprovechando el viento con las velas, pronto se abren las opciones
Podríamos decir que el objetivo principal del juego es mejorar el barco con nuevos módulos que permiten nuevas maneras de desplazarse para hacer frente a los obstáculos. Como en el primer juego, aparte de las velas, este barco dispone de una caldera que hay que ir alimentando con paquetes que encuentras por el camino, una poderosa metáfora de quemar el pasado. Más adelante, se puede incluso transformar en un submarino con el que explorar las profundidades, lo que otorga un plus de verticalidad a su universo en 2D.
Al final se trata de un sistema de gestión muy sencillo que funciona como un reloj suizo y ofrecer una mecánica de juego muy divertida al tener que estar atento de aprovechar el viento, del combustible, de la profundidad a la que navega el submarino, de darle al fuelle mientras se carga el turbo, etc. Un detalle que me encanta son los ganchos que hay repartidos por todo el barco que no solo permiten automatizar procesos, sino tener el lugar de trabajo ordenado. Al fin y al cabo el barco es tu hogar, puedes incluso jugar a decorarlo poniendo unas flores debajo de un tragaluz.
Para conseguir todos estos módulos de mejora y liberar algún que otro gran obstáculo de vez en cuando, el juego ofrece otra faceta con toques de plataformas y resolución de puzles fuera del barco, pero son sesiones muy breves y sencillas. Se basa simplemente en mover algunas palancas y pulsar unos cuantos botones. En ningún momento busca ofrecer un desafío, más bien un pasatiempo. Son esas paradas de un viaje que permiten descubrir nuevos lugares.
Calle Melancolía
La puesta en escena de FAR: Changing Tides juega un papel igual o más importante que las propias mecánicas del juego. Al final, parte de la gracia de un viaje son las vistas, y la dirección artística del juego es impecable. Consigue transmitir ese sentimiento de soledad y melancolía desde los primeros minutos de juego tan bien como la sensación de libertad y confort cuando navegas bajo las nubes. Al principio recuerda muchísimo a juegos como Inside, de Playdead, por el estilo artístico y la jugabilidad 2D. Las ruinas industriales, sobre todo, pero luego hay buena variedad de entornos y estilos artísticos como para tener su propia personalidad. A diferencia de la primera entrega, aquí hay un fondo marino que poblar también con ruinas, fauna y peces. El propio barco es otro gran ejercicio de diseño, no solo por la estética, también a nivel mecánico.
La banda sonora, de nuevo a cargo de Joel Schooch, y los efectos de sonido también son parte esencial de su propuesta. El conjunto audiovisual funciona realmente bien y consigue transmitir todo tipo de emociones. Hay momentos realmente bonitos en los que empieza a sonar la banda sonora mientras vas a toda vela y se te erizan hasta los pelos del cogote.
A nivel técnico hay poco de lo que hablar, funciona todo lo bien que cabría esperar de este tipo de juegos desarrollados por Unity. Lo he estado jugando en Xbox Series X y no he sufrido ningún tipo de bug o falta de rendimiento más allá de un ligero stuttering a la hora de cargar en segundo plano parte del mundo. Cabe señar que salvo algunos momentos por puras exigencias del guion, no hay pantallas de carga, sucede todo como en plano secuencia. Mención especial a la simulación de las olas del mar y los efectos del humo o las burbujas.
Conclusiones
He de confesar que FAR: Changing Tides me ha gustado mucho más de lo que esperaba. Quizás es por el ritmo de superproducciones al que estamos acostumbrados últimamente que un juego contemplativo como este me haya entrado tan bien, pero es una experiencia que difícilmente dejaría a alguien indiferente. Simplemente porque sois tú, el barco y el viaje los únicos protagonistas, aunque sea por el simple hecho de relajarse y mirar el horizonte mientras uno piensa en sus cosas.
Al final de un viaje es normal preguntarse aquello de ¿mereció la pena? La respuesta es sí, con una duración más que acertada para que no se haga repetitivo, una dinámica de juego entretenida y todo mundo mar para reflexionar, FAR: Changin Tides es una aventura fácilmente recomendable para cualquier tipo de jugador.