Os traemos el análisis de Far Cry Primal en Xbox One tras recorrer Oros de norte a sur, tanto a pie como a lomos de las bestias más espectaculares y luchando por mantenernos con vida en un entorno hostil en el que nosotros no seremos el cazador sino la presa. Visceral, violento, crudo y espectacular. Adentraos en la Edad de Piedra con nuestra review de Far Cry Primal.
Cuando Ubisoft anunció en octubre del año pasado el regreso de la saga Far Cry, muchos se echaron las manos a la cabeza pensando que tendríamos un refrito de la fórmula que, aunque estaba funcionando realmente bien con la tercera y cuarta entrega de la saga, podría quemar la saga debido a la repetición de mecánicas y contenidos.
Sin embargo, cuando descubrimos que Far Cry Primal nos llevaría a una época que transcurrió hace 10.000 años, las dudas tomaron otros derroteros. ¿Cómo funcionará un juego que pertenece a una saga que se caracteriza por el combate con armas de fuego? Por mucho que Ubisoft intentara convencernos de la originalidad del producto, un cambio tan radical hay que probarlo para valorarlo como es debido.
Animus, nos vamos al 10.000 Antes de Cristo
Los videojuegos, aunque son un arte que tiene muy fácil evocar otras épocas, pocas veces se salen del guión cuando cogen una senda. En un periodo donde el mercado casi obliga a lanzar juegos de corte actual o en un futuro próximo, Ubisoft quiere que volvamos a las raíces de la humanidad, cuando empezamos a comunicarnos mediante un ‘vocabulario’ y cuando empezamos a vivir en campamentos formando comunidades.
En Far Cry Primal seremos Takkar, un humano perteneciente a la tribu de los Wenja, una tribu que, se supone, está en algún lugar de Europa y busca una suerte de ‘tierra prometida’ llamada Oros, un territorio donde encontrar recursos para subsistir y asentarse no sería un problema.
El juego comienza con Takkar y algunos miembros de su tribu en plena cacería de mamuts, unas bestias impresionantes tanto en tamaño como en resistencia y potencia de ataque. En estos pocos minutos que servirán a modo de tutorial, nos daremos cuenta que, jugablemente, Primal nos resulta realmente familiar, algo que es, a todas luces, positivo. Sin embargo, nuestra tranquila cacería se ve interrumpida por el ataque de uno de los animales más fieros del juego, un tigre ‘dientes de sable’ que nos obligará no sólo a separarnos de nuestro grupo sino a buscarnos la vida para subsistir.
Mientras huimos del tigre e intentamos buscar recursos para crear algún arma y algo que echarnos a la boca, nos topamos con Sayla, con quien entraremos de la mano en la preciosa tierra de Oros un valle, aunque tiene su zona montañosa, donde están asentadas dos tribus. Desde Far Cry 3 la narrativa ha cobrado un papel protagonista en la saga y, desde luego, también lo será en Far Cry Primal, aunque con otro ritmo. Por supuesto, no entraremos en detalles más allá de contextualizar el conflicto.
En Oros habrá dos tribus consolidadas. Por un lado tenemos a los Udam, una tribu de caníbales con muy mala uva liderados por el implacable Ull, un personaje a quien irritaremos y que, lógicamente, querrá acabar con nosotros a toda costa. Por otro lado están los Izila, una tribu de adoradores del fuego que parecen más avanzados tecnológicamente hablando y que están liderados por una sacerdotisa a la que la cabeza no le funciona demasiado bien, algo que, si sois veteranos de la saga, reconoceréis enseguida.
Lo bueno de la historia de Far Cry Primal es que nos dejará con más de un momento espectacular en cuanto a guión se refiere, además de la explicación de por qué todos hacen lo que hacen e, incluso, la identificación del jugador con bastantes personajes del juego. Por otra parte estamos nosotros, Takkar, con nuestra tribu, los Wenja, unos ‘pobrecicos’ que sólo quieren vivir en paz en Oros, recolectando sus bayas y cazando venados.
No me toques la tribu
En Far Cry 3 y Far Cry 4 habíamos tenido siempre la sensación de pertenecer a una tribu indígena algo que, en realidad, era pura ficción ya que siempre luchábamos por nosotros mismos y, la verdad, poco o nada nos importaban nuestros ‘amigos’. Far Cry Primal intenta conseguir esa vinculación sentimental, la sensación de ser parte de una familia y el deber y responsabilidad de conseguir recursos para nuestra tribu, así como defenderla de cualquier cosa que le pueda pasar.
El juego puede conseguirlo en mayor o menor medida, dependiendo del jugador, pero es de agradecer que queramos ser un Wenja y que busquemos venganza y matar de la forma más dolorosa posible a todo aquel desgraciado que se atreva a pasar a los dominios de la tribu. Al principio nos dolerá cada baja de nuestra tribu ya que, efectivamente, veremos como los Wenja somos pocos y diseminados por Oros, además de algo inútiles en lo que a defenderse respecta.
Son recolectores y cazadores, no guerreros, aunque nosotros, desde el principio, demostremos unas dotes extraordinarias para el combate y el manejo de todo tipo de armas. Sin embargo, si quieres sobrevivir, los Wenja se ven obligados a entrenarse y mejorar pero, ¿quién va a entrenarlos y proporcionarles nuevas armas?
Ahí entra en juego la interesante mecánica que transcurrirá durante la primera mitad del juego, la búsqueda de aliados hábiles en diferentes campos que nos ayuden a mejorar será clave no sólo para crearnos la ilusión de que somos más fuertes sino para ir desbloqueando nuestro árbol de habilidades y hacer avanzar la trama.
Ya os hemos hablado de Sayla, una recolectora que conocemos al principio de la aventura y cuyo sueño es mantener a los Wenja unidos y en paz. Además, esta joven nos permitirá aumentar nuestra habilidad a la hora de recoger objetos y materiales. Por otro lado encontramos a Karoosh, un guerrero cazador que nos ayudará a despertar nuestro lado violento y desbloqueará habilidades que tienen que ver con el combate. Jayma, por su parte, nos hará mejores cazadores, nos enseñará las habilidades de sigilo y perfeccionará nuestro ‘sentido de cazador‘, del que os hablaremos más adelante. También tenemos a Wogah, un ‘manitas’ que desbloqueará diversos artilugios que nos permitirán desplazarnos más rápido por el escenario, y Tensay, un Chaman, el mejor personaje del juego y, además, quien despertará nuestro ‘instinto animal’.
Señor de las bestias
Un Far Cry sin drogas, al menos desde el 3, no es un Far Cry. Tensay, el chamán que os he presentado hace un momento, es un brujo que está de la olla y que se dedica a preparar extraños brebajes con elementos tan exóticos como sangre de animales, de humanos, una pizca de romero, hierbabuena y ojos, para darle sabor. Cuando bebamos el cóctel nos haremos uno con la naturaleza y aprenderemos a domar las diferentes bestias que pululan por Oros.
Lo primero que controlaremos será un búho, una criatura que nos permitirá explorar Oros ‘a vista de pájaro’, marcar enemigos, soltar ‘bombas’ a modo de colmenas de abejas y atacar a los enemigos. Sin embargo, lo más interesante es… lo que todos queréis, domar un fantástico dientes de sable para que os acompañe en la aventura. para conseguir esto tendremos que realizar unas cuantas misiones de Tensay donde viviremos la acción desde la vista de otros animales. Para ‘domar’ a los animales tendremos que elaborar un cebo con carne… y acariciarlos, así de sencillo. La verdad, ya podrían haberse currado una forma algo más realista de domar a los animales porque con los lobos aún pero con un jaguar, un oso, un tigre o un tejón pues canta, canta mucho.
Además de para domar animales, las misiones de Tensay serán, bajo mi punto de vista, las más espectaculares, diferentes e importantes a la hora de entender las motivaciones de los principales personajes, algo que se agradece, y mucho, entre tanta acción.
Un mundo peligroso
A nivel jugable, poco hay que añadir a la siguiente afirmación: es un Far Cry. Me explico. El control es el clásico de la saga, los indicadores de enemigos y el minimapa son lo mismo que en entregas anteriores, el guión nos vuelve a colocar en una minoría amenazada y el árbol de habilidades, aunque ahora mejor explicadas ya que no aprendemos las cosas por arte de magia al hacernos tatuajes, es exactamente igual y pasamos de ser un cazador cualquiera a un paleo-tío capaz de eliminar sigilosamente a un enemigo y tirarles ‘puñales’ a cuatro o cinco amenazas que estén alrededor. Tampoco innova a la hora de domar animales, ya nos montamos en un elefante en Far Cry 4 y utilizábamos a los animales enjaulados a nuestro favor para liberar campamentos.
Campamentos… también están en Primal, así como los eventos aleatorios del mundo, las bestias que nos atacan, las atalayas (piras en Far Cry Primal), cuevas que explorar y un montón de recursos que coleccionar y farmear para mejorar nuestras armas y mochilas.
Sin embargo, está todo tan bien integrado que, la verdad, me da exactamente igual que no innove mas que en la época en la que transcurre la acción y en un par de mecánicas como el uso del fuego y el necesitar mejor equipo para realizar una incursión en las montañas nevadas y congeladas.
Ubisoft ha logrado casi la excelencia en este campo, está cómodo y se siente como un pez en el agua con esta saga. Es algo que se notó en Far Cry 4 y que Primal vuelve a demostrar. Si la fórmula funciona y gusta no la cambies, sólo mejórala, aunque sea de forma sutil.
Además, por primera vez en la saga, nosotros no seremos lo más poderoso del lugar. Una de mis primeras experiencias hostiles con la fauna de Oros tiene que ver con un paseo matinal en el que buscaba ciervos y, de repente, vino un águila y acabó conmigo. Así, sin buscármelo ni nada. Es una gozada estar haciendo una misión y que se cruce una manada de lobos mientras luchas contra el enemigo ya que intentarán matarte a ti y a ellos… y depende de la suerte y de lo rápido que seamos con el arco o la lanza el salir con vida.

Las piras serán como las atalayas o las torres de radio. Despejamos la zona, prendemos fuego a la madera y… ¡viaje rápido!
En fácil y normal, todo esto pierde la gracia. Far Cry Primal hay que jugarlo en difícil para sentirnos dentro de ese mundo hostil ya que, a nivel de inmersión, Primal es uno de los mejores juegos que he disfrutado estos últimos años. Nadie sabe cómo fue este periodo entre el Paleolítico y el Mesolítico pero, a excepción de un par de detalles como que todos hablen la misma lengua o el comportamiento de los personajes en algunas ocasiones, me creo completamente mi situación dentro del mundo que Ubisoft Montreal propone algo que, tras tantas aventuras vividas en mundos virtuales, es todo un logro.
¿Os acordáis del instinto de cazador que comentaba antes? Bien, Ubisoft se suma a la manía de algunos juegos, Rise of the Tomb Raider el último, de ofrecernos un sexto sentido que ilumina los objetos de interés. Esto, que resulta tan poco interesante en juegos como el citado Tomb Raider, está bien resuelto, en cierto sentido, en Primal. Vale, no podemos oler las rocas y la madera pero sí podríamos llegar a seguir rastros de animales, huellas, olores y sangre, algo que nos permitirá el sentido de cazador, iluminando con colores rojos y amarillos el rastro que perseguimos.
Belleza paleolítica
Todo esto se desarrolla en un mundo precioso, un mundo donde hay más animales que humanos y donde el comportamiento de la fauna está realmente bien recreado, con herbívoros que pastan a placer mientras los jaguares los acechan, rodean y cazan. Donde los mamuts pacen vigilados por dientes de sable. Donde los osos están cerca de panales, de cuevas o de ríos y donde cada uno de esos animales tiene un punto crítico lógico, la cabeza en el caso de los venados y el cuello en el caso de los jabalíes o yaks.
La ambientación es un mundo y en eso Primal lo ha clavado. Eso sí, también ayuda a meternos en ese mundo el contar con un apartado gráfico de infarto gracias al potentísimo motor Dunia que ya hemos podido disfrutar en las entregas anteriores. Las físicas funcionan (aunque no hay muchas ocasiones donde las veamos), la distancia de dibujado es muy generosa, hay una burrada de hierba, pero mucha, mucha vegetación, un popping inexistente (en Xbox One) y va realmente fluido.
El mundo es grande y generoso en detalles sin embargo, porque siempre hay un ‘pero’, el agua no me parece que esté demasiado bien recreada, pareciendo más que agua un fluido viscoso y que no refleja el mundo, y algunas texturas que pecan de tener muy baja resolución, algo que no molesta durante casi toda la aventura pero que es evidente en algunas escenas. Además, Ubisoft, sé que las consolas no son ordenadores y que dan para lo que dan pero, si metes animales y vas a dejar observarlos desde muy cerca, tan cerca que los acariciarás, deberías trabajar algo más el pelo de estos animales porque se crea una textura muy, muy borrosa.
La iluminación, por su parte, es fantástica, así como el efecto del fuego, y es una pasada ver pasar las horas del día virtual, las distintas condiciones lumínicas que se producen y como el mundo cambia completamente dependiendo de si es de día o de noche. Una curiosidad, un día de Far Cry Primal son 40 minutos de juego.
Otra cosa que hay que señalar es el nivel de violencia y elementos explícitos del juego. Far Cry Primal es brutal, en todos los sentidos. Una de las tribus se dedica al canibalismo… y esto no es algo que sólo se muestre en el contexto. Las desmembraciones, la sangre, los cuerpos quemados… todo será bastante explícito. Eso si, aunque despellejemos animales, PACMA debe saber que no se ve el proceso, no se muestra el resultado y son animales extintos en su mayoría.
A nivel sonoro el juego no tiene ningún pero. Se nota que Ubisoft es una de esas compañías que cuida el apartado sonoro hasta niveles ridículos y encontramos una obra en versión original, se supone, donde escucharemos una lengua muerta. Esto, claro, según Ubisoft, a saber si es verdad. El contar con esta lengua muerta (la compañía gala ha invertido recursos en especialistas que la recuperan para la ocasión) hace ganar enteros a un juego que perdería muchísimos puntos en cuanto a ambientación si hubiese llegado doblado a alguna lengua actual. Podríamos decir que es un juego ‘de naturaleza única‘. Eso si, el nivel de las voces es brillante.
No tiene banda sonora como tal, algo que es lógico teniendo en cuenta que el corte del juego no es el cinematográfico sino el intentar recrear de forma fiel lo que podría haber sido el mesolítico.
Visceral y familiar
Far Cry Primal innova lo justo. Un par de mecánicas nuevas y un nuevo contexto histórico, pero qué contexto. Ubisoft clava la visión que, seguramente, muchos tenemos de lo que es la prehistoria. Los entornos hostiles están, los humanos que hablan sin conjugar los verbos también, los peligrosos animales como los dientes de sable o los mamuts también hacen acto de presencia y vemos un mundo virgen con muchísima vegetación y, por primera vez en un videojuego, auténtica vida animal.
No innova, cierto, pero lo que hace lo hace tan, tan bien que la innovación no pesa demasiado como punto negativo. Lo que si pesa es una historia que es interesante pero que podría haber dado muchísimo más de si. Es todo demasiado contextual y hay cosas muy interesantes que se mencionan de pasada.
La jugabilidad es muy buena pero es preocupante el tema de los coleccionables y Ubisoft. Habrá cientos de elementos coleccionables que nos darán experiencia para subir de nivel y poder desbloquear nuevas habilidades y, la verdad, me cansa, al igual que tener que ir a un páramo a encontrar cuatro plumas raras para poder hacernos el mejor carcaj. Puede que sean percepciones demasiado personales pero si la ambientación no os engancha y no os embriaga la sensación de »soy un salvaje y debo proteger a mi familia» tendréis la sensación de »esto ya lo he jugado».
En cuanto a la duración, nos encontramos con 13 misiones principales y un montón de secundarias y eventos aleatorios, además de la exploración. Siempre es difícil medir la duración de un Far Cry y Primal no es una excepción. Ubisoft dijo que sólo la campaña nos llevaría más de 30 horas algo que, con el juego en la mano, es tremendamente optimista. La campaña principal con las secundarias de mejora nos llevará entre 10-15 horas, dependiendo de lo que exploremos. Si ya vamos a por el 100% es posible que lleguemos a esas 30 horas.
En definitiva. Far Cry Primal es precioso, detallado, tiene un mundo vivo y es un más que interesante »imagina ser un hombre del paleolítico». Jugablemente es más de lo mismo pero, como he comentado, si algo funciona no lo toques. Se agradecería que el proceso de doma de fieras fuese algo más complicado y realista y no tener una narrativa que se dispersa en una marabunta de misiones secundarias pero, la verdad, cuando dejas de jugar a Far Cry Primal algo dentro de ti quiere volver de inmediato y eso es una muy buena señal.
Estamos ante la primera superproducción del año y no os va a decepcionar. Si sois amantes de la saga de ubisoft ya sabéis perfectamente lo que vais a encontrar. Si por el contrario es vuestro primer acercamiento a Far Cry, descubriréis un juego con una jugabilidad muy sólida, una ambientación impresionante y un apartado audiovisual sobresaliente.