En plena era de auge del género de conducción, principalmente por el crecimiento de la comunidad simracing, existen grandes propuestas. No obstante, lo que antiguamente era un subgénero muy recurrido y con muchas grandes propuestas, hoy día está bastante abandonado. Hablamos de los juegos de conducción arcade, que en cierto modo, son una excepción cuando se trata de juegos de cierto peso. De hecho, se puede observar que, pese a que las propuestas normalmente explotan el asfalto, poco a poco se han ido abriendo paso por campo a través. Pero la sensación es que este tipo de conducción no es para todos, donde existen aquellos que prefieren el rugoso asfalto al irregular terreno de arena, barro o gravilla.
Es ahí donde Gravel expone una propuesta certera, centrada en la conducción offroad arcade, que emula viejos clásicos como SEGA Rally, V-Rally o los juegos de DIRT de la generación anterior. Una apuesta en firme que, en unos meses, tendrá competidor con el nuevo producto de Codemasters, OnRush. No obstante, es el momento de valorar lo que los italianos de Milestone nos han propuesto con Gravel.
Tomando Gravel Channel como un canal de televisión en el que se organiza una gran competición, los pilotos tendrán que exponerse a todo tipo de carreras de diferentes disciplinas. Los campeones de cada una de ellas serán los primeros rivales a batir, existiendo un amo y señor de la competición, el Off-Road Master. El maestro de las disciplinas será el objetivo final, que se expone como un gran rival, o un gran boss. Con el objetivo bien marcado, hacer frente a cada una de las carreras será un trámite que, dado el carácter arcade del juego, es cuestión de echarle “un par”, más que de ser un auténtico maestro de la precisión al volante.
Dejar las físicas exigentes atrás y dedicarse a la velocidad resulta una idea muy atractiva
Arcade de la vieja escuela
A la hora de entrar en escena, Gravel Channel expone un gran campeonato multidisciplinar. Con esto, Gravel ofrece un modo carrera en el que se alternan diferentes tipos de vehículos en diferentes tipos de prueba. Haciendo gala de un catálogo de vehículos interesante, sin resaltar por la variedad, las diferentes categorías a las que pertenecen son las que otorgan diferentes comportamientos a cada uno. Resulta especialmente llamativo ver algunos modelos clásicos compitiendo con modelos más modernos, incluso, ver vehículos que nunca antes habían sido incuidos en un juego.
Dentro de las diferentes categorías, diferenciar los coches de rally, los de raid y camionetas, con diferentes categorías y potencias. No obstante, lejos de ser un catálogo que cada uno irá desbloqueando a placer, será el nivel de jugador el que determinará que coches están disponibles. No hay distinción entre un modelo u otro en cuestiones de rendimiento, más allá de la mecánica, que determinará su conducción según sea trasera o tracción total.
No importa que modo de juego se trate, cual sea el objetivo, la clave es ser el más rápido
Es así que lo único de lo que hay que preocuparse es de alcanzar los objetivos asignados en cada carrera. Existen un buen número de escenarios, que presentan un buen número de circuitos para dar cabida a todo tipo de pruebas. De hecho, a las carreras donde hay que adelantar a los rivales, encontramos pruebas contra el crono e incluso, ese modo de juego en el que tras un tiempo el último es eliminado. Todo ello vinculado a una conducción despreocupada, directa e intuitiva, donde es más importante saber reaccionar adecuadamente, que pensar en puntos de frenada o en la línea de la trazada.
Una conducción arcade en toda regla, de la vieja escuela, que depara gratas sensaciones que a los más veteranos les hará sentir algo de morriña por los clásicos de este subgénero. Claro está, que dada la costumbre de ser precisos en otras propuestas, puede deparar un exceso de cautela al principio. Al final, resulta sencillo adaptarse a Gravel, ya que a base de aguantar el pedal del acelerador abajo y saber conducir de lado, ir avanzando en este modo historia resultará sencillo.
Velocidad y acción, una IA scriptada como la conducción y pasión por la velocidad
Muchos saltos en una experiencia plana
Gravel propone algo muy sencillo de forma muy directa. A lo largo de las diferentes pruebas que se ofrecen, solo hay que preocuparse de cumplir con el objetivo principal, ser el primero. Bien sean carreras contra rivales, contra el crono o pruebas de habilidad, no queda otra cosa que ser el más rápido. Con una conducción arcade pura, donde la habilidad y disfrutar de la velocidad es lo que la define, el resto de aspectos que hay que reseñar afectan a cómo se desarrolla la propia experiencia.
Una experiencia vinculada por completo al nivel de jugador. Un nivel que irá ascendiendo con las recompensas de cada carrera. Un nivel que determinará que coches están disponibles, a que pruebas se pueden acceder. De ese modo, se irá recorriendo el mundo entero por localizaciones varias, como Namibia, Las Vegas, Alaska y más. Entornos diferentes que dan vida a carreras de diferentes estilos, en diferentes modos de juego. El problema reside en que no tenemos ningún control sobre lo que depara el avance, siendo una forma bastante plana de abordar la experiencia.
La metereología no deja nada especial, porque la conducción arcade no implica cambios en el comportamiento del jugador
No existen modificaciones, incluso las pinturas de los vehículos se desbloquean en base al nivel. No hay accesorios, ni modificaciones para potenciar un vehículo. Cierto es que no importa demasiado, ya que pese a que existan diferencias de potencia, no parece que afecten a la experiencia global. No hay unas características técnicas que determinen si un coche corre más que otro y los reglajes son demasiado confusos y poco eficaces. En el fondo, este tipo de propuestas no se centran tanto en requerir de este tipo de conocimientos ni hacer uso de este tipo de cosas. Se coge un coche, se corre y se gana… no hay más que hacer.
A la hora de competir, solo hay que ser eficaz y habilidoso. No perder inercia, no perder velocidad y adaptarse a unas físicas escriptadas que se salen de toda lógica. Una lógica que no afecta igualmente a una IA que va a su bola, más cuanto más difícil la pongamos. Pero esa dificultad no resulta agradable, pues incluso cuando adelantamos con facilidad, esta suele quedarse enganchada haciendo la goma esperando el momento. Un momento que puede llegar en cualquier curva, donde el coche se comporte de forma extraña o pillemos algún bache. Claro está, podemos tirar de rebobinado, pero al final, la experiencia se acaba diluyendo por no ser un reto en el que echar más horas implique mejorar nuestras aptitudes.
Es por esto que, salvo por buscar ganar la competición, el jugador no tiene mucho más que aportar. Puede ser suficiente, hace honor a los arcade clásicos, pero deja claras evidencias de que el juego está desaprovechado. Existe un buen número de pruebas diferentes que arrojan cierta diversidad en cada prueba, no obstante, a la larga se nota cierta repetitividad en algunas pruebas. Puede que sea por la costumbre de los últimos años, puede que sea por ver que hay un esfuerzo en hacer llegar algo diferente a esas propuestas.
Adaptarse a la conducción es pura intuición, con una conducción directa y divertida, pero con algunos conflictos
Clásico para bien… y para mal
Para bien, o para mal, Gravel se centra en esa experiencia clásica que hacía años que no nos encontrábamos y, por ello, resulta especialmente agradable. Claro que en otros aspectos también peca de parecer excesivamente clásico. No es por dar una sensación de conducción totalmente escriptada, a la que hay que adaptarse o morir. En el ámbito técnico, el juego hace acopio de Unreal Engine 4. Un motor que presuntamente ofrece un acabado espectacular, pero del que han sacado provecho parcial para un producto visualmente irregular.
Dejando constancia de un estilo desenfadado, que no busca una representación realista ni de entornos ni de vehículos, parece que este motor gráfico solo ha dejado buenos efectos de iluminación para las puestas de sol.
La resolución dinámica se hace demasiado evidente y deja un efecto notable
Por otro lado, Gravel expone un acabado incierto. La preocupación por mantener un rendimiento que no corrompa la sensación de velocidad y el frenetismo de la propuesta, deja momentos muy confusos al usar una resolución dinámica. Ofreciendo un aspecto que en ocasiones dista mucho de ser adecuado, ya que para colmo, la reducción de la resolución deja evidentes carencias en los coches rivales. Es como si por momentos estuviéramos jugando a un juego de hace 10 años, con gráficos borrosos.
Y es que a la hora de recrear los escenarios, estos tienen un aspecto rico en objetos, pero no tanto en detalle de los mismos. Existen escenarios en los que la cantidad de objetos que se pueden ver, incluso el modelado de estos, resulta especialmente llamativo. Claro que en una superficie moldeable al paso de los vehículos, apenas da la sensación de ser poco más que plana, donde como mucho se marcan las ruedas con una ligera textura. La espectacularidad que puede suponer levantar el polvo a nuestro paso se ha ignorado, dejando una sensación poco atractiva para lo que podía llegar a ser.
Lo mismo puede pasar con los coches. Es ahí donde se puede notar que Milestone no pretendía hacer llegar una propuesta realista, sino ambientada en un estilo desenfadado. Los coches presentan un modelado que deja una sensación ambigua. Son modelos reales, con marcas como BMW, Toyota, Ford, Abarth, Mitsubishi o Subaru, reconociendo claramente que modelos son. Pero ese estilo que le han dado a Gravel, deja una sensación extraña, ya que los vehículos parecen algo desproporcionados. Podemos ver daños en estos coches, incluso se supone que se traducen en daños mecánicos cuando optamos por recibirlos.
Como hemos citado, el principal defecto que encontramos es que en ocasiones esa resolución dinámica da al traste con un buen trabajo. Todo sea para que nuestra mirada se centre en la pista, para que el rendimiento se mantenga estable y la conducción sea todo lo directa que debe ser. Comprometer el rendimiento era impensable y, salvo parones puntuales, lo han logrado, claro que el resultado final deja evidencias de que algo no se ha elegido bien y no se ha alcanzado un nivel de espectacularidad que podía requerirse.
Sin ofrecer un gran número de coches, resulta tener una selección bastante curiosa de modelos
Superficialidad arcade
El principal modo de juego de Gravel es ese modo carrera donde nos enfrentamos a un buen número de desafíos. Una propuesta que incluye gran cantidad de coches, circuitos y modos de juego. Todo está guionizado durante esa aventura televisiva, narrada por un entusiasta comentarista en perfecto castellano. Un esfuerzo encomiable, dadas las circunstancias, que ayuda en cierto modo a meterse en el papel.
Puede que ese exceso de entusiasmo no llegue a transmitirse del todo. Pero la realidad es que Gravel aportará ese grado de frescura a los apasionados por la conducción arcade. Más allá del modo carrera, los desafíos temporales, con los que conseguir más puntos de experiencia, se suman al modo libre y el multijugador. Son las típicas aportaciones que añaden cierta diversidad a una experiencia que, en su mayor parte, resulta plana y bastante insulsa cuando no estamos conduciendo. Es ahí donde parece que hay un gran problema en la propuesta.
No se trata de un juego de conducción donde haya que hacer correr el coche según sus cualidades y físicas. Es un juego donde nos debemos adaptar a un estilo de conducción, un tanto extremo, para saber aprovechar bien la velocidad en todo momento. Con esto es suficiente para captar la atención y enganchar a los fans de este tipo de juegos, pero siempre hay que buscar más allá de esta base. Resultará muy complicado encontrar esa motivación que, más allá de ganar el campeonato y obtener todos los desbloqueables, pueda permitir seguir jugando a Gravel.
La falta de profundidad y la linealidad del progreso convierten a Gravel en una experiencia plana y sin ambición
Velocidad y acción agridulce
Gravel es una propuesta muy llamativa, pero que desde un comienzo daba mala espina. Los amantes de la conducción arcade pueden encontrar un refugio en esta propuesta, que toma la variedad y la velocidad como máximos exponentes. Sin necesidad de preocuparse por nada más que continuar y competir, Gravel apuesta por esa fórmula clásica para ofrecer horas de carreras “a todo trapo”.
Pero a la hora de la verdad, la sensación que deja al cabo de unas horas es de ser una gran oportunidad desaprovechada. Otras propuestas han sido excesivamente complejas en su planteamiento, pero han permitido disfrutar de bellos paisajes y una conducción realista que resultaba apasionante. La pasión en Gravel pierde fuerza cuanto más se juega, por lo escriptado de su conducción, por los escriptada que está su IA y por lo irregular de su apartado técnico. Da igual tirar de fuegos de artificio y un comentarista excesivamente optimista, Gravel se deshincha constantemente.
Gravel es una buena propuesta arcade, pero da la sensación de haber desaprovechado una gran oportunidad
El acabado gráfico resulta irregular y, en ocasiones, ridículamente obsoleto, maquillado con algún que otro efecto de luz rimbombante. El audio no desmerece, pero mucho menos destaca. Los motores suenan diferente en cada modelo y sirven para tapar una música rockera predeterminada en este tipo de títulos. Encasillado por placer en un género que apenas tiene candidatos, es una propuesta ideal para los que no quieren más realismo en la conducción.
Un soplo de aire fresco. Gravel apuesta por romper con lo común, pero lo hace de una forma que deja demasiadas evidencias de que se ha desaprovechado una gran oportunidad.