Raphael Colantonio explotó en redes sociales, sabiendo de la situación de sus antiguos compañeros, o de su antiguo estudio, que esta semana han sufrido los despidos masivos que se han producido en Xbox. El fundador de Arkane carga contra Xbox Game Pass señalando que este modelo de negocio se ha gestionado torpemente, estrangulando poco a poco la infraestructura de los estudios que forman parte de Xbox Game Studios. En resumidas cuentas, la conclusión que se extrae de una serie de respuestas en redes sociales, es que el modelo de suscripción de Xbox Game Pass resulta “insostenible” y “dañino para la industria”.
Ha acusado a Xbox de haber gestionado este servicio viviendo del «dinero infinito» de Microsoft, pero la realidad financiera está surgiendo y augura que terminará imponiéndose. De hecho, va más allá, dado que asume que este enfoque amenaza con acabar con otros modelos de distribución de videojuegos. El debate sobre la canibalización de las ventas tiene ahora una versión directamente relacionada con la industria, donde Colantonio valora que Game Pass no puede coexistir con las ventas tradicionales, concluyendo que “o acaba con todo el resto o se rinde”. sentenció.
El fundador de Arkane carga contra Xbox Game Pass señalando que está dañando la industria
Pocos minutos después de la intervención de Colantonio, Michael Douse, director editorial de Larian Studios—responsable de la saga Divinity: Original Sin—se sumó a la conversación. Douse planteó la misma duda que muchos desarrolladores se hacen en privado, “¿qué ocurre cuando todo ese dinero se agota?”. En su opinión, la idea de un fondo ilimitado para comprar títulos nunca tuvo sentido económico y genera una “canibalización” de las ventas tradicionales. La preocupación central de ambos líderes se centra en que, dentro de Game Pass, los usuarios no compran directamente los juegos.
Microsoft paga a los estudios para incluirlos en el catálogo, pero esa fórmula podría no sostenerse a largo plazo. Douse reconoció que el servicio puede ayudar a “desdramatizar” el riesgo en proyectos de equipos pequeños, pero advirtió que ahí termina toda ventaja real. Por el contrario, destacó con admiración el enfoque de “gestión de ciclo de vida” que practica Sony, donde cada lanzamiento sigue un calendario de ventas y descuentos más predecible.
Como posible solución, Colantonio propuso restringir Game Pass únicamente al catálogo antiguo, evitando así que los estrenos de grandes presupuestos queden supeditados a un modelo que no remunera directamente al jugador. De ese modo, se garantizaría una coexistencia más equilibrada entre suscripción y venta al por menor. En cierto modo, existen muchas suscripciones que ofrecen juegos, pero la única que está viviendo por encima de sus posibilidades sin mirar el rastro de cadáveres que deja es Xbox Game Pass. La canibalización de las ventas está diluyendo cualquier impulso promocional, siendo los estudios propios los que más están sufriendo.
Todo cambiaría si el impacto de Game Pass lograra los hitos que algunos analistas planteaban tiempo atrás. Requerirían de un compromiso firme de la comunidad, que debería suscribirse en masa con cifras que están muy lejos de las que tienen ahora. Se hubiera requerido de superar los centenares de millones de suscriptores, si se quisiera financiar el futuro de los estudios. Dada la falta de control, las suscripciones parecen estancadas y no logran escalar sus cifras pese a que es un servicio que busca expandirse por un ecosistema diverso y que tiene una cartera de usuarios potenciales prácticamente infinita.
No es un debate nuevo, pero los despidos de esta semana reabren este debate sobre el futuro de la industria, y más concretamente el de Xbox. Mientras algunos celebran las facilidades de acceso de Game Pass, otros alertan del peligro de un ecosistema dominado por gigantes con bolsillos profundos. ¿Aguantará Microsoft con este modelo tal como está ahora?¿Necesita reciclarlo y hacerlo sostenible?