Tras unos días movidos, y una mañana movida, el debate sobre la falta de rentabilidad de Xbox Game Pass sigue su curso aunque con una corrección por parte de Christopher Dring. El mismo que declaró que no era sostenible ha querido matizar sus palabras aclarando ciertos aspectos que parecen cambiar su argumento. Un argumento que señalaba la falta de claridad y de resultados, asumiendo que en el balance no se incluía el gasto que suponía el mantenimiento de la propia infraestructura de Xbox.
Ahora, en un nuevo post en redes sociales, aclara que le han comunicado que el balance no está unificado y, por ello, no se muestran los datos de ingresos ni gastos que se asumen de las First Parties. «Me dijeron que los juegos propios tienen su propia cuenta de resultados, independiente de Game Pass, ya que generan ingresos por otras vías», señalando que en estos casos, se podría controlar mucho mejor la rentabilidad de cada uno de los estudios. Después de eso, deduce que «al ver el impacto que Game Pass estaba teniendo en los juegos propios y la cantidad de dinero que Xbox gastaba en estudios, quería verificar si se estaba considerando el impacto total del servicio en su línea», concluyendo que «Game Pass es rentable» incluso considerando los estudios que van a pérdidas.
No obstante, el ambiente está caldeado tras los despidos de la semana pasada y el debate va a seguir abierto, ya no solo por el servicio de suscripción, tanto como por la propia infraestructura en torno a Xbox. ¿Crees que Xbox tiene saneadas las cuentas?
Noticia original
Tras los acontecimientos de la semana pasada, muchos han centrado su discurso en la falta de rentabilidad de Xbox Game Pass. Y en este ámbito, parece que cada vez se están exponiendo más detalles sobre lo que realmente está sucediendo entre Microsoft y Xbox para justificar la diferencia de criterios que ha llevado a Microsoft a recortar por todo lo alto los recursos para Xbox. Según ha expuesto Christopher Dring, editor jefe de The Game Business, Xbox excluye de sus cálculos los gastos asociados al desarrollo de sus propios juegos, limitándose a contabilizar únicamente las tarifas pagadas a terceros, el marketing y los costes operativos del servicio.
De ahí que se insista en que el modelo de suscripción Xbox Game Pass está en una situación muy distinta a la situación expuesta por Microsoft de ser un éxito financiero. Este descubrimiento se suma a una oleada de críticas a la gestión de Microsoft, o de Xbox, ya que ellos mismos se estarían haciendo trampas para consolidar un modelo de negocio que se ha llegado a clasificar como dañino para la industria.
No es algo que evalúa el usuario, ya que la falta de rentabilidad de Xbox Game Pass se mide en los gastos asociados a Xbox y lo que se ingresa
La explicación se centra en evaluar los documentos e informes que han presentado en Microsoft. Y es ahí donde han sacado conclusiones un tanto peculiares. Y es que cuando solo se centran en las tarifas pagadas a terceros y otros menesteres publicitarios, Game Pass arroja resultados positivos. Sin embargo, al omitir las inversiones multimillonarias en títulos como Starfield y Avowed, Microsoft estaría dejando fuera del balance una parte esencial del gasto que sustenta el atractivo de la oferta day-one dentro del catálogo de suscripciones.
La ausencia de los costes de desarrollo first-party en la fórmula de rentabilidad también invisibiliza los ingresos que la compañía deja de percibir cada vez que un usuario accede a un estreno sin realizar una compra al por menor. Aunque no todas las partidas de juego equivalen a ventas perdidas, es inevitable que un porcentaje significativo de suscriptores habría adquirido esos juegos de forma tradicional de no estar incluidos desde el primer día en el servicio.
Estimar con exactitud cuántas ventas se dejan de generar es un reto, pues muchos jugadores prueban en Game Pass títulos que de otro modo ignorarían. Aun así, la práctica de poner lanzamientos exclusivos al alcance de la suscripción podría erosionar paulatinamente los ingresos por ventas digitales y físicas que tradicionalmente sustentan la industria del videojuego.La polémica ha saltado más allá de cifras y cálculos. Figuras clave del sector, incluido el fundador del estudio Arkane, han cuestionado la sostenibilidad de un modelo que, a su parecer, daña a los desarrolladores y pone en riesgo la salud financiera de los estudios. A esto se suman los recientes despidos en las divisiones de Xbox, que añaden sombra de duda sobre la supuesta rentabilidad de Game Pass a largo plazo.
En última instancia, el debate gira en torno a la transparencia de Microsoft y la viabilidad de un sistema que sacrifica ingresos inmediatos por cuotas de suscripción. Con la ausencia de datos oficiales sobre los costes first-party, queda abierta la pregunta de si Game Pass es una jugada maestra para fidelizar usuarios o una estrategia insostenible cuyo verdadero balance económico sigue oculto tras las estadísticas oficiales.