No ha sido una década fácil para BioWare. Desde que el estudio canadiense ganara el GOTY 2014 con Dragon Age: Inquisition todo han sido dificultades para los padres de Baldur’s Gate, Star Wars: Knights of the Old Republic o Mass Effect. En el decenio que ha seguido a su único reconocimiento a Juego del Año hemos tenido Mass Effect Andromeda, la entrega peor valorada de la franquicia; Anthem, un intento de sumarse a la moda de los cooperativos de acción, muy alejado de las raíces de la compañía afincada en Edmonton; y Mass Effect: Legendary Edition, un recopilatorio remasterizado de la trilogía original del comandante Shepard.
Diez años después BioWare cierra el ciclo con Dragon Age: The Veilguard, el regreso a una de sus sagas más queridas y con la intención de devolvernos a los mejores tiempos del estudio. ¿Lo han conseguido? Es una pregunta compleja, pues su nuevo videojuego es uno muy extenso, como corresponde a cualquier RPG que se precie, y contiene matices en todos sus apartados. No es un juego perfecto, tiene luces y sombras, pero BioWare ha salido airosa en el que muchos consideran que es su último gran intento (con Mass Effect 4 en el horizonte lejano). Te lo contamos todo en profundidad en nuestro análisis de Dragon Age: The Veilguard tras haber completado la historia y todas las misiones secundarias en 63 horas.
Héroe por casualidad
En líneas generales, casi todo RPG parte de la idea de que el héroe o heroína que debe salvar el mundo tiene tales capacidades innatas que hacen impensable que sea cualquier otra persona quien protagonice la aventura. O ha sufrido un accidente que le ha convertido en el máximo exponente de la historia. Este era el caso de Dragon Age: Inquisition, donde el protagonista, el Inquisidor, era el único superviviente de una explosión que le confería la habilidad de cerrar las grietas del Velo. Sin embargo, The Veilguard apuesta por un enfoque mucho más mundano.
El prólogo del juego conecta directamente con Inquisition y su DLC Trespasser. Solas quiere realizar un ritual que va a llenar el mundo de demonios y otras monstruosidades y nuestro protagonista, Rook, debe impedirlo. Rook ha llegado por casualidad al lado de Varric y Harding, dos antiguos conocidos de la franquicia. Su presencia inicial en el juego no tiene gran justificación, así como su posterior conversión en el/la líder del grupo de héroes a los que iremos reclutando y con los que entablaremos amistad y quién sabe si quizá algo más.
No entraremos en más detalles argumentales porque un título como este vive de sus momentos sorprendentes y espectaculares, pero sí podemos avanzarte que el enfoque por el que ha apostado BioWare (en el que profundizaremos más adelante) le juega en contra a la duración de la historia. Las primeras dos decenas de horas transcurren muy rápido: vas conociendo a los nuevos personajes, haciendo las primeras secundarias y descubriendo un sorprendentemente satisfactorio sistema de combate. Debo decir, nuevamente sin spoilers, que las últimas horas del título son apoteósicas, lo mejor de todo el conjunto y hace que merezca la pena el tiempo invertido. Sin embargo, las cuarenta horas restantes que quedan en el medio son un compendio inacabable de misiones reiterativas, poco inspiradas y, en resumen, alargan la experiencia de forma artificial.
BioWare ha querido poner el foco en los compañeros, pero todo ese tramo central se viene abajo si no quedas completamente prendado de ellos o, al menos, de la mayoría. Eso es lo que nos ha ocurrido a nosotros. Harding me ha ganado por completo y he aprendido a apreciar a Bellara, Neve o Taash, pero ninguno de ellos justifica una serie de siete u ocho misiones para cada uno de ellos.
Un elemento clave en The Veilguard y que no podemos soslayar es su alta dosis de inclusión. Todos los personajes romanceables son bisexuales, pero no lo explicitan, se da por sentado. Esta sería sin duda una forma fantástica de introducir un elemento como este (aunque tengo algunas reservas en las que profundizaré más adelante). Sin embargo, BioWare ha optado (y lo celebro) por aportar contenido didáctico sobre el no binarismo o las personas no binarias. La identidad de género juega un papel fundamental en este Dragon Age, pero lo hace de forma torpe: muy directa, en mucha cantidad, sin cuidas las formas. Es triste que un gran personaje quede reducido a su identidad de género durante todo el juego. Me resulta curioso porque BioWare ha optado por este curso intensivo de no binarismo, pero ha obviado por completo la transexualidad, algo que ya le valió algunas críticas por su forma de tratarla en Mass Effect Andromeda.
Fórmula BioWare, pero simplificada
Si has jugado a la saga Mass Effect o incluso a los propios Dragon Age, sabrás que muchos de los videojuegos de BioWare no optan por un enorme mundo abierto en el que perdernos como otros grandes y reconocidos RPGs, sino por un enfoque más centrado en el desarrollo de las misiones y los personajes. Inquisition quiso ser más grande y no convenció a todos y es por ello que la compañía canadiense ha decidido volver a la fórmula que mejor le ha funcionado en el pasado.
En The Veilguard está el Faro, que actúa como base de operaciones de nuestro grupo de héroes. Allí puedes conversar con ellos, profundizar en tus relaciones, conocerles mejor, pero también mejorar y encantar tu equipo e incluso hacer uso de herramientas que te permiten modificar la apariencia de tu personaje (tanto la cara y el cuerpo como la vestimenta que lleva). Desde ahí conectamos con la Encrucijada a través del eluvian (un espejo mágico que nos permite desplazarnos de un lugar a otro del mundo). La Encrucijada es uno de los elementos más interesantes del juego: conecta todos los eluvians con todas las localizaciones del juego y tiene cierto componente metroidvania. A medida que vamos progresando en la historia y consiguiendo nuevos refuerzos podemos usar sus habilidades para desbloquear zonas antes inaccesibles. Allí también tenemos algunos secretos ocultos, lore de Solas y los enemigos más fuertes de todo el juego. Merece la pena explorarla al máximo también por las implicaciones que tiene para el desarrollo del final del juego.
El resto de la aventura se divide en zonas más o menos lineales, pero que se van ampliando y expandiendo a medida que avanzamos en el juego y las misiones. Minrathous, Treviso o los pantanos de Hossberg son solo algunos de los múltiples lugares que visitaremos. Algunos actúan como el hogar de las principales facciones del juego, mientras que otros solo aparecen puntualmente para misiones concretas. Sea como fuere, y a pesar de que BioWare no ha intentado ni mucho menos hacer niveles muy abiertos, sorprende la capacidad con la que se amplían e incluso nos permiten incluso abrir atajos a otras zonas para ir interconectándolas todas al más puro estilo Dark Souls, salvando las distancias.
A pesar de que los elementos ‘made in BioWare’ están ahí, no todo acaba de funcionar como lo hacía en otros juegos pasados de la compañía. Muchas de las misiones empiezan de forma demasiado abrupta, sin la adecuada presentación de personajes y, por tanto, nos dejan a merced de tener que sobreentender cosas y dar por conocidos a personajes aún no presentados. Tampoco me han acabado de convencer los romances. Esta vez solo son romanceables personajes que puedan acompañar a Rook en las misiones, pero todos ellos son abiertamente bisexuales, por lo que podrás romancear a cualquiera de ellos independientemente del género de tu protagonista. Aunque esto abre el abanico y nos da opciones hasta el final, también hace más difícil encariñarse con algún personaje concreto y le resta verosimilitud.
El combate, la estrella de The Veilguard
Rara vez puedes decir que lo mejor de un videojuego de BioWare es su combate. En ese sentido, The Veilguard se me asemeja a Mass Effect Andromeda: durante muchas fases tiene una historia plana y poco emocionante, pero lo compensa con un sistema de combate simple pero muy divertido. El juego te permite ser mago, guerrero o pícaro (además de poder elegir raza entre humano, elfo, enano y qunari). Un servidor se hizo una maga elfa y lo cierto es que incluso con esta fase hay varias posibilidades. Lo centraré en ella, pero es perfectamente extrapolable al resto. Como mago he podido combatir con bastón a distancia, pero también hacer uso de un cuchillo y un orbe para enfrentamientos más directos. Y aunque he acabado mejorando únicamente las habilidades que potenciaban el bastón (concretamente la magia de frío), podría haberlo hecho de una forma distinta y la experiencia jugable hubiera cambio mucho.
Más allá de un par de decisiones clave y de una recta final que me retrotrae a la misión suicida de Mass Effect 2, el mayor motivo que veo para rejugar Dragon Age: The Veilguard es crear un personaje distinto y explorar otra clase. Estoy seguro de que merecería la pena a nivel jugable. En cuanto a lo narrativo, eso ya es otra película. Gracias al árbol de habilidades podemos mejorar a Rook con pasivas, pero también con ventajas activas que funcionan (en el caso de los magos) con maná o con tiempos de recuperación. Con una serie de sencillos comandos tenemos a nuestro alcance un tremendo arsenal de poderes, incluidos bufos temporales que también podemos equipar desde el inventario.
La parte más controvertida del combate de The Veilguard es la relativa a los compañeros. Hemos pasado de tres acompañantes en Inquisition a dos aquí, lo cual ya reduce las posibles conversaciones y las simplifica. Pero donde más se nota la falta de complejidad es en su manejo: es nulo. Podemos abrir una rueda de selección de poderes para usar las habilidades que hayamos equipado a nuestros camaradas, pero ahí acaba nuestra interacción con ellos. BioWare ha eliminado el factor táctico propio de la saga Dragon Age. A algunos les parecerá más directo y divertido (tal vez sea así), pero lo cierto es que al jugarlo se siente muy poco como Dragon Age.
Un portento visual
Quién ha visto a Dragon Age y quién la vio. Dragon Age Origins, la entrega original de la saga, se lanzó en 2009 y lo hizo como un proyecto de menor presupuesto que Mass Effect. Ya en su momento era un juego que no sentaba ningún precedente gráfico, por lo que sorprende más lo logrado por The Veilguard a este respecto. Se trata de una de las mejores experiencias visuales que he tenido en toda esta actual generación de consolas. Lo he jugado en Series X y el resultado es muy gratificante. En modo resolución se ve increíble, pero en modo rendimiento no se queda atrás.
Sí, hace algunos sacrificios en cuanto a detalles en el fondo y texturas, pero luce a un nivel impresionante. Aunque no debiera ser motivo de halago sino de pura decencia, The Veilguard va como un tiro: 60 fps como rocas durante todo el juego a pesar de muchos enemigos y efectos visuales en pantalla. Es lo mínimo que esperaríamos de un triple A en 2024, pero lo cierto es que hay que darle crédito a BioWare a este respecto.
Otro cantar es el apartado sonoro. No hay nada de malo en la música ni en las voces, más allá de que no son nada memorables. La banda sonora acompaña con efectividad, aunque algunos temas parecen más sacados de una película de Marvel que de un Dragon Age y las voces de los personajes cumplen su cometido sin encontrar ninguna actuación especialmente sobresaliente. En este sentido podría destacar a la actriz que interpreta a Neve y al actor de Solas, que vuelve a rayar a un gran nivel. De hecho, los únicos momentos musicales destacados se producen cuando hay reminiscencias a la maravillosa banda sonora de Dragon Age: Inquisition.
Conclusiones
BioWare tenía ante sí una misión imposible: recuperar su mejor nivel, olvidar sus últimos fracasos y regresar además con la saga que le valió su único GOTY hace ya una década. Dragon Age: The Veilguard nos sirve para recordar que sigue habiendo talento en BioWare, aunque está lejos de las mejores obras de la compañía canadiense. Es demasiado largo para su propio bien aunque empieza con buen pie y termina por todo lo alto y el enfoque más centrado en la acción y la aventura que en el rol y la verdadera toma de decisiones no contentará a cierto sector. Con todo, es un juego que sabe lo que quiere hacer y lo hace bien: su combate es divertido y, pese a los bajones narrativos, engancha a lo largo de sus más de 60 horas de duración.
Puede que esperáramos un poco más de un juego que debía ser la resurrección inequívoca de BioWare. No es un triunfo aplastante, pero es un título muy disfrutable y que, no me cabe la menor duda, los fans de la compañía sabrán apreciar. En el horizonte queda el próximo Mass Effect. Con suerte, Dragon Age: The Veilguard habrá sido suficiente para darle a BioWare el crédito que merece de cara a futuros proyectos. Para mí, al menos, lo ha sido.