Si eres de los que disfrutan con los RPG más tácticos y pausados, con combates por turnos, y muchas opciones de gestión, tanto dentro del combate como fuera, échale un vistazo a nuestro análisis de Darkest Dungeon para Xbox One, porque es una propuesta realmente fresca dentro de un género al que a veces le cuesta más de la cuenta innovar o, al menos, mantener la chispa. Darkest Dungeon nace como un proyecto con un exitoso Kickstarter, aunque esta versión que nos llega a Xbox One lo hace ya de forma madura, y tras haber pasado el juego por otras plataformas. Dos años, desde su estreno en Steam, que no le han pasado factura a un juego que sigue siendo igual de único.
La mazmorra más oscura es la muerte
Sigue sorprendiéndome la importancia que un elemento jugable como la «muerte permanente» puede llegar a tener, y el escaso uso que se hace de ella habitualmente. Es más, pocos son los juegos que buscan sacar provecho a nivel jugable de la muerte de un personaje, aunque esta no sea definitiva. En Dark Souls, por ejemplo, cuando caemos en combate no lo hacemos de forma permanente, pero el castigo es lo suficiente importante como para darle importancia a morir. Igual ocurre con algunos juegos multijugador como Rainbow Six Siege o PUBG, en los que la muerte de un compañero de equipo es un pérdida importante.
El uso de la muerte en Darkest Dungeon es en cualquier caso diferente, y se asemeja más a lo que hemos visto en juegos como XCOM, saga con la que Darkest Dungeon comparte más similitudes de las que cabría esperar a simple vista. La muerte permanente no solo es un elemento que puede servir para crear una relación diferente entre el jugador y sus personajes, incluso de mayor complicidad, logrando cierta fuerza como narrativa emergente, sino que a nivel jugable puede resultar divertido y útil, ya que es una cuestión importante que el jugador debe tener en cuenta todo el tiempo en su forma de jugar.
Red Hook Studios consigue mezclar de forma muy inteligente el RPG con los elementos de gestión más propios de otro tipo de juegos, como los de estrategia o gestión, y añade el elemento de la muerte con la naturalidad que merece. Nuestra tarea en el juego es la de liderar a un grupo de guerreros para lograr contener el mal que acecha el feudo ancestral de nuestra familia. Una excusa para comenzar a jugar que realmente no importa demasiado una vez que nos metemos en faena. El juego nos propondrá desde el principio una serie de objetivos y, según la dificultad que elijamos, un tiempo limitado para cumplirlos. A partir de ahí, y a menos que el tiempo se convierta en uno de nuestros problemas, el protagonismo se lo llevan por completo nuestro grupo de héroes, cuyas necesidades y características deberemos ir administrando entre misión y misión.
Aunque el grupo puede ir creciendo conforme vamos mejorando la diligencia (uno de los edificios que podemos ir haciendo progresar en la base), la muerte es permanente. Así que si uno de nuestros héroes cae en combate durante una misión, lo perderemos para siempre y su recuerdo quedará en el cementerio, que podemos visitar de vez en cuando para recordad a los luchadores caídos.
Así, aunque de primeras las caracterísitcas de los héroes y sus habilidades en combate no son demasiado complejas y se basan en unas pocas variables como la evasión, fuerza, velocidad y algunos efectos del combate; la complejidad irá llegando poco a poco conforme vayamos desarrollando cada personaje y las misiones. En Darkest Dungeon los personajes no solo pueden morir, sino que van desarrollando su propia personalidad, que se puede reflejar en aspectos positivos o negativos que reforzarán o trastocarán de algún modo sus propias habilidades. Mediante tratamiento, podemos procurar corregir aquellas conductas que nos resulten más dañinas. Pongamos, por ejemplo, un héroe con tendencia a robar los tesoros que encontremos.
Pero además de lo que son simplemente aspectos de su personalidad, también hay otros dos elementos a tener en cuenta: las enfermedades y la locura misma. En cuando a lo primero, deberemos tener cuidado de que nuestros héroes no caigan presos de alguna enfermedad que merme sus capacidades y, cuando así sea, procurarles tratamiento. Lo segundo es una mecánica más destacada con la que Darkest Dungeon juega muy bien.
No todas las misiones tendrán la misma duración a lo largo de la aventura, y las mas largas nos permitirán tomarnos un pequeño descanso con el que recuperar un poco a nuestros héroes, pero sobre todo reducir su nivel de estrés, que es lo que deberemos ir vigilando en todo momento. Y que también uno de los principales indicativos de si vamos a poder cumplir la misión o vamos demasiado justos y por lo tanto una retirada a tiempo es lo más adecuado.
La locura es la mazmorra más oscura
El estrés es una barrita que aparece debajo de cada personaje, y que se va llenando conforme más avanzamos en la misión, más combates hacemos, menor es el resplandor de nuestra antorcha (que en la medida de lo posible debemos mantener viva todo el tiempo), u otros factores que pueden afectar de forma individual a cada héroe. Si la barra de estrés de un personaje se llena por completo, entrará en un modo de locura que podrá afectar de diferentes formas a su comportamiento, y que hará que perdamos buena parte del control sobre él.
Todas esas variantes las deberemos ir teniendo en cuenta tanto en combate durante la misión, como en la base. De modo que la dinámica a seguir será: base y gestión de personajes, selección de misión en función de la disponibilidad, estado y características de nuestro conjunto de héroes, preparación de misión y, por último, lo más interesante: enfrentarnos a los peligros que la mazmorra nos tiene preparados; para después volver a empezar.
En cuanto a esto último, Darkest Dungeon también es un juego exigente, y casi siempre consigue sorprendernos con más variantes o peligros inesperados, poniéndonos las cosas difíciles en cada nueva mazmorra de diferentes formas, con lo que consigue que a pesar de los elementos que se repiten, mantengamos una buena sensación de frescura, de enfrentarnos a situaciones diferentes. Sobre todo gracias a que, a pesar de tener un desarrollo en 2D y combates por turnos, la mazmorras pueden llegar a hacerse más enrevesadas y seremos nosotros quienes decidiremos si nos merece la pena explorar más o ir al grano. Pero cuanto más riesgo también mayor recompensa obtendremos, y el equilibrio está tan bien logrado que la tentación a seguir un poquito más es casi una constante en cada misión que emprendemos.
Como ocurre con su apartado jugable, a nivel audiovisual Darkest Dungeon también resulta más profundo de lo que aparenta. Apostando por un tono oscuro y que tira por el humor negro en cada pequeña referencia y detalle de los estupendos diseños de personajes, y escenarios estáticos. Todo eso casa perfectamente con un juego que guarda mucho más encanto en su interior del que cabría esperar, y que reúne todos los elementos necesarios para que lo gocen con él tanto los aficionados al RPG como a quienes gusten los juegos con elementos de gestión.
Darkest Dungeon es un juego que te atrapa fácil si te descuidas, casi tan fácil como lo es que la oscuridad se lleve a algunos de nuestros personajes, ya sea por la muerte o por la locura, en un pequeño descuido. Por eso es exigente, porque nos obliga a calcular cada paso que damos y castiga severamente los despistes. Pero a la vez, sabe gratificar muy bien cuando logramos sobreponernos a situaciones adversas después de haber decidido arriesgar un poco más de la cuenta. Uno de los RPG más interesantes que podéis encontrar en Xbox One.