Hace algo más de 7 años apareció en Xbox 360 la primera parte de este juego, que pese a no ser del todo novedoso si que aportaba cierto aire fresco dentro del catálogo de consolas. Un título de estrategia en tiempo real que resultaba muy divertido gracias a su propuesta jugable y al trasfondo que ofrecía, acostumbrados a combatir siempre contra el mal, no estaba de más ponernos en la piel de los malvados por una vez e intentar crear un mundo lleno de devastación y destrucción. El éxito cosechado le valió una segunda parte y otras entregas menores en diferentes plataformas. Hoy en día, en una generación en la que revivir sagas o hacer remakes se ha vuelto una práctica demasiado habitual, después de ver los buenos resultados cosechados por muchas compañías, Codemasters no se ha querido quedar atrás y ha decidido volver a traer a Overlord con sus adorables minions a esta generación. Lamentablemente en este análisis de Overlord: La Comunidad del Mal os explicaremos por que ni todos los esbirros del mundo podrían arreglar el estropicio que han hecho con la saga en esta entrega.
Cambio de aires
La estrategia posiblemente sea el género que menos se prodiga en consolas, puede que por eso en Codemasters decidieran que la nueva entrega de Overlord debía cambiar de aires para adecuarse mejor a los gustos de los jugadores, ese seguramente haya sido el primer error. Abandonar un estilo que ya dominaban para intentar crear algo nuevo, un clásico juego de mazmorras parecido a Diablo que no alcanza ni de lejos los estándares a los que estamos acostumbrados.
Overlord: La Comunidad del Mal nos lleva a unos años de bonanza de la humanidad en los que el mal casi ha sido erradicado, algo que los esbirros no pueden permitir y por ello deciden invocar a alguno de los señores del mal para que restauren el orden maligno en el mundo. El principio parece prometedor pero la historia se diluye a cada paso que damos, salvándose por los toques de humor negro que habrá a lo largo de toda la aventura. Con esta excusa podremos escoger a uno de los 4 a villanos disponibles, dos de ataque a distancia y dos de cuerpo a cuerpo, siempre que vayamos a continuar una partida. De este modo nos podremos pasar la campaña con cualquiera de los 4 cambiando a nuestro antojo. Suponemos que esta implementación se haya querido dar para ofrecer algo de variedad a la jugabilidad, ya que jugar siempre con el mismo personaje resultará muy aburrido. Y es que cada uno tendrá tres ataques que no cambiarán a lo largo de toda la aventura, si que podremos cambiar de arma pero esta solo tendrá efectos secundarios como robar vida o hacer más daño.
Mejora lineal
El centro de la aventura será nuestra guarida, donde volveremos después de cada misión para mejorar nuestras habilidades, las de los esbirros o comprar nuevas armas. Después de los combates recogeremos diferentes objetos que nos servirán para todo esto. Con el oro podremos comprar sombreros para nuestros esbirros que tendrán una función meramente decorativa. También podremos comprar las armas de las que ya os hemos hablado o mejorar los poderes de nuestro villano. Algo interesante será mejorar cada tipo de esbirro, tendremos que elegir cual de los 4 tipos queremos mejorar y comprar la mejora que corresponda, ya que no podremos escoger, tendremos que ir desbloqueando una mejora para poder acceder a la siguiente. De este modo podremos mejorar los esbirros que más usemos, a parte de aumentar el número que podemos invocar para que nos ayuden en la aventura. La idea de esta zona central en la que mejorar todo esta bien, pero en el fondo es demasiado simple y lineal a todos los niveles.
Devolver la maldad al mundo
Una vez llegamos a la zona que nos toque atravesar, será cuando comience a notarse de verdad la falta de ideas que atesora el juego, lo único destacable de todo el apartado jugable es el uso de los esbirros, que dan un toque algo diferente y es algo relativamente novedoso dentro del género, eso si, cuando no desaparecen por arte de magia, algo que pasa constantemente. Además esta vez no les podremos controlar, por lo que quedarán a su suerte por el mapa moviéndose gracias a una IA desastrosa. Para convocarlos necesitaremos recoger una serie de cubos que se irán almacenando de forma limitada en nuestro inventario y que podremos usar para invocar a cada uno de ellos.
Aquí se acaba lo bueno, si, eso era lo bueno, después nos encontraremos con que la mecánica de cada mapa será siempre la misma. Tendremos una zona donde irán apareciendo varios grupos de enemigos de entre 3 y 10 miembros con los que deberemos acabar, después de terminar con todos aparecerán los cofres que nos darán los premios necesarios para todas las mejoras y comprar objetos. A continuación pasaremos a otras zonas en las que habrá algún puzzle extremadamente fácil de resolver, una zona de trampas que podrías pasar casi con los ojos cerrados, una pequeña carrera contrarreloj o simplemente una zona vacía por la que debemos caminar antes de llegar al próximo combate. Y esto es todo el juego, zona guerra alternada con una zona en calma, así repetido hasta la saciedad.
Si por lo menos los combates o los puzzles fueran satisfactorios se podría perdonar esta falta de aleatoriedad, pero éstos no se han implementado nada bien. En los combates como ya os hemos dicho podremos usar uno de los tres ataques de nuestro villano y ya, si a eso le sumamos que los enemigos siempre aparecen en unas series parecidas y en zonas en la que nos avisan de su llegada, éste acaba siendo más un suplicio que el reto divertido y adictivo que debería ser. Ni siquiera la inclusión de los esbirros, a los que podremos convocar para que nos ayuden, arregla el tedio en que terminan convirtiéndose los combates.
Los pocos puzzles que nos encontraremos los podremos resolver casi siempre directamente sin pensar, haciendo que tengamos que usar nuestros cerebros durante unos segundos en contadas ocasiones. Las carreras contrarreloj también dan un toque diferente pero al final no ofrecen más recompensas que conseguir algún logro, teniendo que repetir todo el nivel si quisiéramos volver a hacer la contrarreloj.
El juego también cuenta con modo multijugador que en vez de aburrir a una persona puede hacerlo con cuatro a la vez.
Apartado técnico
Y por si la falta de ideas no es suficiente el juego llega cargado de bugs, que harán que los enemigos se queden parados, nuestros esbirros desaparezcan por arte de magia o directamente que no se abran puertas por las que tenemos que pasar para continuar la aventura, dejándonos vendidos y haciendo que tengamos que reiniciar todo el nivel. Otro fallo que hace incluso peores los combates, es un problema de respuesta de los botones, que muchas veces tardarán en responder a nuestras órdenes. También veremos como en ciertas zonas sufrimos unos tirones muy molestos y bajadas de frames incluso cuando vamos solos andando por la zona. Después de todo lo dicho es de agradecer que la cámara funcione bastante bien.
El apartado gráfico cumple sin más con unos diseños heredados de las anteriores entregas y nada inspirados, a parte de mostrar muy poca variedad y unas animaciones en su mayoría arcaicas. Respecto al sonoro es de lo poco que se salva de este juego, con unas voces y efectos correctos, aunque con una BSO muy repetitiva.
Conclusión
En resumen Overlord: La Comunidad del Mal es un paso atrás muy grande en la saga, un juego repetitivo, aburrido y lleno de bugs, con una idea interesante muy en el fondo, pero que ni por asomo han conseguido plasmar. Hacer que Overlord sea un juego de mazmorras es algo normal y con su ambientación hasta lógico, pero la forma de hacerlo no podía haber sido peor, algo que lo convierte en un ejemplo casi a todos los niveles de lo que no debería ser un Dungeon Crawler.