Entre las diversas polémicas en las que los videojuegos suelen verse envueltas, muchas de ellas buscan establecer una conexión directa entre jugar a videojuegos y conductas alteradas. Lejos de que se haya podido establecer una conexión directa entre la violencia y los videojuegos que sea definitiva, lo que si se puede estar concretando es un desorden psicológico exclusivo de aquellas personas que juegan a videojuegos. Nadie puede negar la adicción que pueden llegar a generar, y es precisamente por esto por lo que la Organización Mundial de la Salud reconoce el trastorno de videojuegos como una enfermedad.
La propia Organización Mundial de la Salud habría expuesto este desorden, que lo llama ‘Gaming disorder’, y que podríamos traducir como trastorno de videojuegos. No parece demasiado explícito, pero es un primer paso para asociar diversas patologías y sintomatologías asociadas al uso de videojuegos.
El trastorno del juego se define en la 11ª Revisión de la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-11) como un patrón de comportamiento del juego (‘juego digital’ o ‘videojuego’) caracterizado por un control deficiente sobre el juego, lo que da mayor prioridad a los juegos. sobre otras actividades en la medida en que el juego tenga prioridad sobre otros intereses y actividades diarias, y la continuación o escalada del juego a pesar de la ocurrencia de consecuencias negativas.
Para diagnosticar el trastorno del juego, el patrón de comportamiento debe ser lo suficientemente grave como para resultar en un deterioro significativo en las áreas de funcionamiento personales, familiares, sociales, educativas, ocupacionales u otras áreas importantes de funcionamiento, y normalmente habría sido evidente durante al menos 12 meses.
En esta definición que introduce la Organización Mundial de la Salud y que reconoce el trastorno de los videojuegos como enfermedad, podemos ver claramente que se hace alusión a la adicción por los videojuegos. Un concepto que, hasta ahora, se asociaba de forma esporádica al concepto de ludopatía. Pero dada la asiduidad y la importancia de la industria del videojuego y que cada vez son más usuarios los que juegan con ellos, parece que es mejor tratarlo como un desorden independiente.
Tras este primer paso, lo que se está considerando es que los videojuegos suponen un riesgo para la salud. Claro que es algo que viene determinado más por el perfil de la persona que por la propia exposición a los mismos. La casuística de este desorden se debe a la existencia de un número cada vez más elevado de personas con afecciones idénticas provocadas, en principio, por un elemento común que es jugar a videojuegos. Con esta categorización, lo que se busca es que exista un seguimiento por parte de los profesionales para atender estos casos. Ahora bien, es tan reciente la detección y valoración de esta nueva enfermedad que no se habría determinado un grupo de riesgo.
Los estudios sugieren que el trastorno del juego afecta solo a una pequeña proporción de personas que participan en actividades de juegos de video o digitales. Sin embargo, las personas que participan en juegos de azar deben estar alertas a la cantidad de tiempo que dedican a las actividades de juego, en particular cuando se trata de la exclusión de otras actividades diarias, así como a cualquier cambio en su salud física o psicológica y en el funcionamiento social que pueda Ser atribuido a su patrón de comportamiento de juego.
Desde un punto de vista personal, puedo ver que lo que se ha buscado es atender lo que antes se venía atribuyendo como parte de un desorden general al juego (la ludopatía), como una adicción que se centra exclusivamente en los videojuegos. No se está intentando vincular este desorden al producto tanto como a la conducta de los usuarios. Es un riesgo y nadie puede negar que los videojuegos pueden provocar adicción. No son los culpables, ni es una campaña de difamación como han intentado hacer otros al vincularlo con la violencia.
Cada vez hay más personas que juegan a videojuegos y el incremento de esta afección, o trastorno de la conducta, es un hecho.