Las aventuras narrativas se han convertido en un nicho muy explotado por determinadas compañías. Por poner un ejemplo, tanto Don’t Nod primero, como Deck Nine después, han sido un ejemplo para muchos con la saga Life is Strange y otros sucedáneos como Tell me Why. Estos juegos destacaron por meter toda la leña en el asador de parte de la narrativa, con una construcción de su historia que se olvidaba por completo del tan habitual juego de acción.
Sin embargo, esto ha supuesto una barrera para los jugadores más habituales del «mata-mata». De hecho, en alguna ocasión se ha hablado de que no estaría mal contar con un juego de este tipo que hiciera una apuesta por ambas facetas. Eso es algo de lo que estoy seguro que Red Thread Games fue consciente cuando comenzó a desarrollar Dustborn. El juego se ambienta en unos Estados Unidos distópicos y alternativos, donde una serie de personas con habilidades son perseguidas por su condición. La propuesta sin duda es atractiva, pero, ¿logrará cumplir en todas sus facetas? Te lo cuento en este análisis de Dustborn.
Análisis de Dustborn
El poder de la palabra
La trama de Dustborn nos presenta a Pax, una mujer con habilidades especiales que emprende un viaje a lo largo de un país dividido y lleno de tensión política y social. Pax lidera un grupo de inadaptados, cada uno con habilidades singulares que les permiten manipular las emociones y las percepciones de aquellos que les rodean mediante el uso de palabras, y cuya meta final no es otra que tratar de lograr una vida en la que puedan estar tranquilos, alejándose de las preocupaciones que viven actualmente en Estados Unidos.
Las palabras se posicionan como el eje principal del juego, ya que conecta tanto con la faceta narrativa como con la jugable. Pax es capaz de manipular la voluntad de aquellos con los que utiliza «la palabra», mientras que Noam, otro de los integrantes del grupo, logra emitir emociones de paz y tranquilidad con su don, incluso ante situaciones en las que podemos tener un daño físico. Todo esto no es más que una metáfora de que lo que decimos tiene la misma o incluso más fuerza que lo que hacemos, y lo cierto es que es uno de los elementos más destacados de Dustborn.
De hecho, el juego no se muestra ni corto ni perezoso en exponer algunas de las grandes preocupaciones que afectan a nuestro día a día, como son la desinformación o el auge de los extremismos ideológicos. Todo forma parte de la columna vertebral de Dustborn, y enmascara de la misma forma en la que lo hace el grupo de protagonistas del título: bajo el uso de la palabra como principal vía de exposición. ¿Por qué decimos esto? Pues porque la tapadera de nuestro grupo no será otra que la de formar una banda musical conocida como las Dustborn, cuyas letras son un reflejo de algunos de sus pensamientos.
Debo destacar que el juego cuenta con un mensaje realmente potente, pero también es preciso señalar que no es todo lo pulido que me habría gustado. Hay demasiadas ocasiones en las que sientes que el juego no es plenamente consciente de lo que quiere contar. A un momento trágico le sucede uno cómico, y todo ello con un ritmo que se hace bastante irregular. La sensación que queda al final es que el juego se te hace largo, sobre todo por la gran cantidad de conversaciones que hay durante la aventura, y que no se pueden acelerar en ningún momento. Es inexplicable que en un juego donde hay tantas conversaciones no podamos agilizarlas de ninguna manera
Un sistema de combate inexplicable
En cuanto a la jugabilidad, Dustborn combina elementos de combate hack & slash con su narrativa centrada en decisiones. Durante las secuencias de combate, el jugador debe coordinar las habilidades de los miembros del equipo para superar a los enemigos, al mismo tiempo que tenemos que liarnos a mamporrazos contra ellos. Cada personaje tiene un conjunto de poderes que se complementan entre sí, lo que permite una variedad de enfoques tácticos. No obstante, el sistema de combate es bastante deficiente. No solo es que se haga repetitivo al tiempo, sino que no ofrece un feeback positivo desde ningún momento. Sinceramente, se siente como si lo hubieran tenido que añadir para diferenciarlo del resto de aventuras narrativas.
La otra cara de la jugabilidad se centra en la toma de decisiones, donde las palabras y las elecciones del jugador tienen un impacto directo en el desarrollo de la historia. Este aspecto es quizás el más destacado del juego, ya que ofrece una profundidad que permite explorar diferentes caminos narrativos y finales. Sin embargo, la ejecución no siempre es perfecta, ya que algunas decisiones parecen tener un impacto menor en la narrativa general, lo que puede llevar a una sensación de falta de consecuencias reales en ciertos puntos, algo bastante habitual en el género.
Como si estuviera sacado de un cómic
Uno de los aspectos más llamativos de Dustborn es su estilo visual, claramente influenciado por los cómics. Los gráficos presentan un diseño colorido y estilizado, con personajes y escenarios que parecen sacados directamente de las páginas de una novela gráfica. Este enfoque artístico no solo le da al juego una identidad visual única, sino que también refuerza su tono narrativo, que combina lo sobrenatural con lo contemporáneo.
Sin embargo, a pesar de su atractivo visual, el juego no está exento de problemas técnicos. Durante la experiencia, se pueden encontrar errores gráficos y problemas de rendimiento que pueden afectar negativamente la experiencia, tales como caídas de framerate o ralentizaciones. De hecho, en mi caso han sido varias las ocasiones en las que parecía que el juego iba a crashear. Aunque no son fallos que arruinen la experiencia, sí son lo suficientemente frecuentes como para ser notables y frustrantes en algunos casos.
Conclusión – Análisis de Dustborn
Dustborn es un juego ambicioso que logra destacar en varios aspectos, especialmente en su narrativa y estilo visual. Sin embargo, sufre de problemas de ritmo, repetitividad en la jugabilidad y ciertos fallos técnicos que impiden que alcance su pleno potencial. Además, siento que Red Thread Games ha querido tratar de contentar a todos los jugadores con la inclusión de un sistema de combate que palidece respecto al resto del conjunto. Se trata de un juego con un potente mensaje, pero que hay que hacerle la vista gorda a varios aspectos para poder disfrutarlo plenamente.