Bueno, aquí estamos. 22 años después de su lanzamiento en la primera Playstation llega a una consola de Microsoft Final Fantasy VII. Sinceramente a estas alturas de la vida y después de tantos años no sé qué contaros. Final Fantasy VII ha recibido multitud de análisis, se ha lanzado en un gran número de plataformas y ha sido motivo de tantos artículos y debates que es imposible hablar de él sin tratar temas que ya se hayan comentado. Así que aquí estoy yo, un tipo que tiene 2 años más que el juego que se presta a analizar y que lo está jugando por primera vez en 2019, en Xbox One X y acostumbrado a los juegos actuales.
Querido lector, quiero avisarte antes de nada y decirte que a estas alturas no sé ni qué nota voy a ponerle al juego, no soy capaz de pensar en una acorde por diferentes motivos. Es difícil juzgar un juego que significa tanto para tantísima gente pero todavía es más difícil si es exactamente el mismo juego que llegó en 1997 con cambios que se pueden contar con los dedos de una mano. Así que si cualquier fan se siente ofendido por lo que este redactor quiere expresar sin maldad alguna en sus líneas le pido perdón por anticipado. Aquí tenéis mi análisis de Final Fantasy VII para Xbox One.
Érase una vez
Poco o nada os puedo hablar de 1997, algunos de vosotros no habíais ni nacido, otros compartís mis nulos recuerdos y otros, simplemente estabais disfrutando de la gran guerra entre Nintendo y Sony en el mundo de los videojuegos. Justamente entre esas dos compañías se disputaron el lanzamiento de Final Fantasy VII. En Squaresoft querían seguir con su tradicional línea de lanzar los Final Fantasy en una plataforma de Nintendo, pero la exagerada ambición de Final Fantasy VII y el limitado diseño de capacidad que ofrecía Nintendo 64 decantaron la balanza hacia Playstation.
Final Fantasy VII es un juego ambicioso todavía a día de hoy y se nota desde el primer momento. Jugarlo en 2019 trasladando tu mente a 22 años atrás e intentando pensar cómo sería esto que estás viviendo tú hoy en esa época es un ejercicio que te pone en situación. Final Fantasy VII utiliza lo que para aquel entonces eran cinemáticas de lo más punteras y que necesitaban de tecnología 3D que pudiese soportarlas. El problema es que el juego que recibimos en 2019 es exactamente eso, sin ningún tipo de esfuerzo en aumentar la calidad de las mismas o de aprovecharse de la alta definición para adaptar la pantalla del juego a un ratio completo, sin dejar bandas negras tanto arriba y abajo como a los lados.
El problema en el que me encuentro es en el hecho de si Final Fantasy VII en Xbox One merece ser valorado como un lanzamiento de 2019 o uno de 1997. El texto sería el mismo, está claro, pero la nota no. Así que permitidme que insista, hasta que termine de escribir esta pieza no sabré qué nota poner al juego, así que os recomiendo que vosotros mismos leáis este análisis e intentéis llegar a la misma nota que un servidor tras sacar conclusiones sobre lo que él mismo ha escrito.
Más allá de lo visible
A lo largo de los años he leído, visto y escuchado multitud de debates sobre Final Fantasy VII. Que si el interés romántico de Cloud es Tifa o Aeris, que por qué Cloud es el mejor personaje de la saga, que por qué Sefirot es el mejor y más logrado villano, que por qué el combate por turnos de Final Fantasy VII debería ser la base de todos los demás títulos… En resumen, que Final Fantasy VII caló tanto en aquellos que lo jugaron en su época que quieren que todo lo que venga después sea como Final Fantasy VII. Seguramente en ese tema no me voy a meter, ya que a parte del título que estoy analizando los otros dos Final Fantasy que he jugado son el XIII y el XV, títulos vapuleados por los fans más antiguos y que a mí -personalmente- me han gustado mucho.
Mi sorpresa al jugar a Final Fantasy VII es mayúscula al encontrarme aquello de lo que nunca nadie me habló y que a día de hoy sigue más en pie que nunca. Final Fantasy VII tiene un mensaje profundo, trabajado y crítico del cambio climático, de la explotación de recursos y de las diferencias económicas y calidad de vida en un sistema capitalista. El juego, nada más empezar, te está diciendo que tú eres de los malos, eres un terrorista que debe volar por los aires un reactor. Uno de los muchos que se está encargando de «chupar la vida» al planeta, absorbiendo sus recursos y a su vez generando una contaminación que está matando lentamente a la gente que vive a su alrededor. «Pero entonces no soy de los malos, soy bueno», es lo que piensas cuando te cuentan el plan y el por qué. Claro que después de volar por los aires el reactor también te cuentan que has matado a unas cuantas personas por el camino. Cloud, nuestro protagonista, viene de militar en la fuerza armada en la que soñaba entrar desde que era joven, pero años después se une a los terroristas de AVALANCHA, renegando por completo de su estancia en SOLDADO.
Final Fantasy VII no es un juego de blancos y negros, es un título donde el gris predomina constantemente en la concepción de sus personajes. Quizás por eso son tan queridos, porque están trabajados e incluso aquellos a los que llegas a odiar por los actos que cometen en tu contra tienen sus motivos y su trasfondo del por qué actúan como tal. Algo que se está echando mucho de menos en la actualidad y que cuando han querido arreglar parece que a Square Enix ya no le interesaba (hola, Final Fantasy XV).
Volviendo a la explotación de recursos y la imponente Midgar la imagen que me viene a la cabeza es la ciudad de San Francisco que se presenta en la serie Altered Carbon. Allí, los más ricos consiguen vivir en una torre que se eleva por encima de las nubes de contaminación que castigan los suburbios. En Final Fantasy VII la clase privilegiada no se expone a la contaminación que genera la explotación del planeta, ellos viven en su nube (nunca mejor dicho) mientras que los demás se exponen a una más que segura muerte. Los terroristas, buenos para unos y malos para otros, quieren impedir esa explotación acabando con todos los reactores de Midgar y así diezmar a Shin-ra, la empresa que está acabando con la vida en el planeta.
Pocas veces un juego con más de 20 años a sus espaldas aguanta su trama principal. Normalmente con los años se ven más simples o pierden su impacto, es por eso que uno de los mayores reconocimientos que se le puede dar a Final Fantasy VII es que su motivo principal, su hilo argumental, sigue intacto y más «de moda» que nunca.
Es tu turno
Quizás entramos en el tema más espinoso y del que menos me atrevo a hablar con soltura. Muchos de los que leáis este análisis no me conoceréis (ni tenéis necesidad de hacerlo), pero no llevo bien lo de que un juego cuente con un combate por turnos. En los extintos SomosXbox Party Chat tenía debates viscerales con muchos de mis compañeros, destacando mi gran amigo Sergio Borbalán, en los que simplemente decía que no soporto esta mecánica. Claro que coincidió con la época en la que se confirmó que Final Fantasy XV tendría combate en tiempo real y muchos estaban con los cuchillos en la mano.
Definitivamente debo retractarme de mis palabras. A lo largo de los años ha habido juegos que me han demostrado que los turnos pueden ser divertidos. Uno de los ejemplos que siempre pongo son los juegos de South Park lanzados por Ubisoft, que a parte de hacer mofa de su propio sistema de combate sabe hacerlo entretenido y divertido. Final Fantasy VII es otro de esos ejemplos, pero con una condición más que obvia: su apartado gráfico.
Estamos ante figuras de LEGO que se mueven por un fondo de pantalla que imita una imagen real pero que está completamente pixelado, obviamente en 1997 no había recursos humanamente posibles que faciliten un tipo de combate en tiempo real en ese tipo de escenarios y en un mundo con la magnitud de Final Fantasy VII. El combate está conseguido y se hace entretenido. La utilización de los límites y las barras de tiempo lo hacen algo más dinámico del clásico turno contra turno. El ir montando una «party» con tus amigos, con cada uno de ellos diferentes virtudes y puntos débiles así como la utilización de las materias acaba convirtiendo esta decisión en un acierto y que para nada llega a ser un suplicio para un hater de los turnos como un servidor.
Eso sí, pensando en el esperado Final Fantasy VII Remake es obvio que la decisión de pasar a la acción en tiempo real es de lo más lógica. Ya con tan solo ver el poco gameplay que se nos ha mostrado desde su anuncio hará ya casi 4 años se nota que un juego de esta magnitud gozará de una mayor profundidad, diversión y espectacularidad con un tipo de combate que aproveche los avances del hardware de tantos años.
La llegada de un clásico
Supongo que es difícil encontrar gente en el mundo de los videojuegos que no haya jugado a Final Fantasy VII, pero si están ahí y sobre todo están leyendo este análisis seguramente lo que quieran saber es si esta versión de Final Fantasy VII en Xbox One cuenta con algún tipo de mejora gráfica o si es simplemente la versión original con algún cambio. Por desgracia estamos ante la segunda opción. Final Fantasy VII es un port, o lo que es lo mismo, una adaptación de una versión ya existente para una nueva plataforma. Se han adaptado los controles (aunque recomiendo jugar con cruceta en vez de joystick) y se ha mejorado la definición de los modelados. En vez de ser muñecos de LEGO borrosos son muñecos de LEGO.
Los escenarios no cuentan con ningún tipo de adaptación a la actualidad y siguen siendo esas imágenes planas y algo borrosas sobre las que se mueven nuestros muñecos. Es por eso que Square Enix tampoco nos está mintiendo, en ningún momento se ha hablado de Final Fantasy VII Remastered, como sí se ha hecho con Final Fantasy X y Final Fantasy XII, que llegarán próximamente a Xbox One con mejoras tanto gráficas como jugables. Final Fantasy VII es el juego de 1997 tal y como lo recuerdas, con el mismo aspect ratio de cuando nuestros televisores ocupaban la mitad del salón.
Por último, la localización al español deja mucho que desear. Por lo que he leído a muchos amigos creo que no llega al nivel de aquella adaptación original que ha dado para tantos memes a lo largo de estos años, pero definitivamente hay frases que no acaban de sonar bien, fallos con caracteres que no se posicionan bien en los cuadros de diálogo, etc. Obviamente no hace el juego injugable, pero sí que te preguntarás en algún momento qué está diciendo algún personaje porque no tiene sentido.
La banda sonora tampoco ha variado un ápice. La obra original de Nobuo Uematsu se ha visto inalterada y sigue llegando a poner los pelos de punta hasta a los novatos como un servidor.
Análisis de Final Fantasy VII – Xbox One
Y llegamos a la parte final, en la que debería hacer un resumen de si recomiendo o no este juego, si vale la pena su adaptación y esas cosas. Y la verdad es que no sé qué deciros. Final Fantasy VII es un juegazo, de esos que se suele decir que tienen «alma», cuya primera vez a los mandos de su experiencia resulta inolvidable. Pero a su vez es el mismo juego de 1997 pero con logros de Xbox Live.
Si os conocéis al dedillo Final Fantasy VII y jugasteis a su versión original sinceramente este lanzamiento en Xbox One no aporta nada nuevo que merezca la pena el gasto. Incluso si existiese una versión física entendería la compra por puro coleccionismo, pero por desgracia no es el caso.
Si habéis sido jugadores de toda la vida de Xbox y jamás habéis experimentado Final Fantasy VII os recomiendo encarecidamente que lo probéis, pero debéis tener claro una cosa: tenéis que dejar todos vuestros prejuicios aparcados e intentar mentalizaros de que estáis jugando a un producto con 22 años. Imaginad que no es vuestra flamante Xbox One X y que hace 20 minutos no estabais jugando a Anthem a 4K, pensad que tenéis en vuestras manos un mando de una consola de 1997 y que vais a disfrutar de una de las mejores obras que ha dado el mundo de los videojuegos en toda su historia.