El cine o la literatura han sido espacios abiertos a hablar de cualquier tema a lo largo de toda su historia. Los videojuegos, un medio mucho más reciente y joven, lo va haciendo poco a poco, pero no son muchos los que se atreven a hacerlo de formas tan honestas y elegantes como la obra que hoy nos ocupa. Hablamos de Indika, el primer videojuego no VR del estudio ruso Odd Meter (afincado en Kazajistán por motivos políticos).
Se trata de una aventura en tercera persona y centrada en la historia que pone el foco en una monja llamada Indika en una Rusia alternativa del siglo XIX. La particularidad de la trama es que la joven tiene un singular compañero de viaje: el diablo, que le susurra al oído. Nosotros ya nos hemos quedado prendados de la propuesta de Odd Meter y hoy te vamos a dar los motivos. Acompáñanos en nuestro análisis de Indika para descubrirlos.
El hábito no hace a la monja
Normalmente arrancamos los análisis hablando sobre los elementos más puramente jugables de la obra en cuestión, pero la propia naturaleza de Indika nos invita a variar la fórmula. Indika es un videojuego raro, de eso no cabe ninguna duda. También es un título que intenta subvertir las expectativas del jugador a cada paso. Todo en lo nuevo de Odd Meter sorprende desde el mismísimo inicio. Percibimos desde un primer momento cómo el narrador no es un narrador habitual. Parece que esté narrando las peripecias de Indika, pero en realidad la monja también escucha su voz. Es, efectivamente, el mismo diablo, que actúa como relator de la historia dentro de la cabeza de la joven.
Indika es un juego que explica pocas cosas y lo hace con un claro propósito. Quiere que tú, como jugador, seas el que vaya desentrañando lo que está ocurriendo y qué significado tiene cada una de sus extrañas ideas. Una de ellas se nos presenta desde el comienzo. En el convento donde empieza la obra obtenemos una suerte de puntos de experiencia (que un servidor ha tenido a bien llamar puntos de fe) que se acumulan a medida que realizamos obras consideradas moralmente correctas. Más adelante en el juego también los conseguimos obteniendo coleccionables (mayormente estampitas de santos o textos religiosos). Indika nunca te explica el propósito de esos puntos, que además desbloquean “habilidades pasivas” al llegar a los puntos de control. No te lo explica, pero siempre, siempre están presentes en pantalla. Inamovibles, constantes.
No desvelaremos cuál es su sentido, si es que lo tiene, pero te podemos asegurar que su uso es de una maestría narrativa como pocas veces se ha visto en los últimos años y mucho menos en la industria triple A, mucho menos dada a arriesgar en este tipo de cuestiones. Lo que está claro es que Indika no es una monja “normal”: expresa sus dudas, sus inquietudes y sus miedos, pero no se deja atenazar por ellos y sigue siempre hacia adelante en busca de un propósito para su viaje, cuyo motivo de inicio tampoco daremos a conocer.
Los puzles como excusa narrativa
Indika es un juego de puzles. No podemos dilatar más el adentrarnos en su propuesta jugable. A pesar de que cuenta con secciones distintas y algo más variadas, el núcleo de su experiencia es la resolución de rompecabezas, la mayoría muy sencillos pero alguno que otro más elaborado y complejo. Odd Meter usa todos los elementos a su alcance para darle un sentido a su narrativa. También algunos de esos puzles le sirven en su propósito. En ciertos momentos Indika se ve obligada a buscar un camino mientras se siente atenazada por el temor hacia la voz en su cabeza. Cuando ello ocurre la imagen se tiñe de rojo infierno, el diablo saca a relucir sus pensamientos más oscuros y el escenario cambia, bloqueando y desbloqueando rutas.
¿Cómo se superan estas fases? Rezando. Así es, manteniendo un botón Indika irá rezando y apaciguando el terrorífico exterior que está experimentando. Lo curioso es que la intensa vibración del mando y vernos forzados a mantener pulsado un botón con fuerza durante un largo rato sea la forma de rezar. Curioso por no decir brillante. Con un gesto tan simple como ese Odd Meter se encarga de mostrarnos las dificultades de Indika para seguir recta en su camino de fe y no caer en la tentación de la diabólica voz que le acompaña. Un recurso tremendo.
Aunque te cueste creerlo, este recurso no es el más extraño del que hace gala Indika. Para hablarnos del pasado de la joven, el título tira de una idea jugable y estética absolutamente única: convierte el videojuego en un plataformas en 2D con una preciosa apariencia pixel art. Obviamente la obra no hace referencia al drástico cambio que se produce, pero personalmente lo interpreto como una ingeniosa manera de llevarnos de la mano a tiempos pasados. No es la forma más sutil de lograrlo, pero sin duda logra captar la atención del usuario y hacerle pensar ‘¿qué está ocurriendo en este juego?’. Está claro que Indika sabe convertir la rareza en virtud.
Un relato acompañado de bondades técnicas
Podríamos seguir hablando de la narrativa de Indika, pero dado que es una experiencia breve (entre 3 y 4 horas) no queremos seguir contando detalles para que los puedas jugar tú mismo en primera persona y llevarte las sorpresas. Es por ello que ahora nos metemos de lleno en su apartado técnico. Gráficamente Indika es un juego que sorprende. Pocos indies optan por una aventura en tercera persona con estética de corte realista. Es cierto que ambientarse en un lugar nevado la mayor parte del tiempo facilita la tarea, pero también le dota de personalidad.
Indika luce muy bien y salvo un momento puntual en una zona concreta no hemos tenido problemas de rendimiento (lo hemos jugado en Xbox Series X). Sonoramente el juego es tan extraño como el resto de la obra. Su música es de lo más peculiar, pero a medida que vas avanzando en la historia vas abrazando su rareza, al igual que con los demás elementos anteriormente mencionados. El título está doblado al inglés y al ruso (idioma en el que lo hemos jugado) con un magnífico trabajo de la actriz protagonista y cuenta con subtítulos en español.
Conclusiones
Indika es un juego único. Ningún triple A se atrevería a contar una historia así y, lo más importante, a hacerlo con el elenco de recursos estético-narrativos de los que hace gala la obra de Odd Meter. Indika es raro de principio a fin, en el buen sentido. Concluye con un cierre maravillosamente ejecutado que sirve como colofón a todos esos elementos que se han ido presentando a lo largo del título. No es para todo el mundo, eso está claro. Pero si te gustan los puzles (en la parte jugable) y las historias complejas, diferentes y atrevidas (en lo narrativo) puede convertirse en una de tus sorpresas del año.