El creador de Limbo, Jeppe Carlsen, asume la dirección completa de 140, un título independiente que se distancia mucho, pero que respira cierto aire a Playdead, sobre todo por el buen hacer. Double Fine se encarga de publicarlo, y nosotros te contamos cómo es a continuación con nuestro análisis de 140.
Formas sencillas y geométricas
Cada vez que comienzo a jugar a un plataformas con scroll lateral una pequeña parte de mí se acuerda de Bumpy, un plataformas clásico de 1989. Pero especialmente cuando se trata de uno de estos títulos independientes, por lo general de bajo presupuesto. Y no precisamente porque sean excesivamente similares. Suelen parecerse justamente en eso, que son plataformas de scroll lateral, y poco más. Sin embargo, siempre me ha fascinado lo mucho, y sobre todo lo bien, que se pueden hacer las cosas aun sin contar con enormes recursos; así como lo rematadamente mal cuando sí se cuenta con ellos. Lo hemos visto ya en cientos de ocasiones.
Si sois tan «antiguos» en esto como para haber jugado a Bumpy, seguro que no es necesario que os recuerde nada de él, pero si no es el caso, probablemente no hayáis escuchado hablar de él. Yo tampoco puedo decir aquello de que «sea de mi época», pero recuerdo con cierta nostalgia aquellos días en clase de informática en los que el profesor nos dejaba usar unos viejos ordenadores para jugar a lo que fuese que tuviesen instalado una vez acabáramos la tarea. Usábamos los ordenadores en parejas porque no había tantos, así que mi compañero y yo solíamos aplicarnos de lo lindo ante una propuesta tan sugerente, y normalmente acabábamos pasando casi la mitad de la clase atareados entre los niveles de Bumpy. Un plataformas rudimentario en el que nos poníamos en el papel de una simpática bolita que debía ir saltando entre plataformas y recogiendo cosas para superar el nivel. Pensándolo ahora, la cantidad de trampas y dinámicas llevadas a cabo era sorprendente, había un poco de todo.
Con 140 es aún más simple que eso. Pero es grande lo que llega a conseguir con tan poquísimo. Con solo unas formas geométricas, unos colores, y unas pistas de audio de alta calidad, 140 se convierte en un título bastante divertido y un plataformas a tener en cuenta dentro del catálogo de Xbox One. Representamos un ente con forma geométrica que cambia según que acción realice. Así, tendremos forma de cuadrado en estático, un círculo en movimiento y un triángulo al saltar. El resto del escenario en 2D que recorremos es igual de sencillo, con un estilo minimalista y sugerente por sus constantes cambios de colores.
El control es de lo más sencillo, como cabría esperar, pero es preciso y eficaz. Y es importante lo de preciso, ya que 140 es de esos juegos que nos permite controlar ligeramente la potencia del salto. Es decir, según apretemos durante más tiempo el botón podremos salvar una distancia mayor o menor. Nuestro objetivo para ir avanzando a través de 140 será el de ir recogiendo una serie de orbes que se encuentran repartidos por el escenario y trasladarlos a unos semicírculos del escenario.
A ritmo de triángulo
Una vez hecho esto, se desatará una de las claves del título de Carlsen, que conoce muy bien lo que el jugador espera. Al encajar estas bolitas de colores el ritmo aumentará automáticamente incorporando algún nuevo sonido. Además, este incremento de ritmo se apoyará también en lo visual, con unos fondos que no son estáticos, sino que van cambiando de colores y que presentan esa especie de visores de espectro propios de los reproductores de música. Formando en general una mecánica que así dicho puede parecer muy rudimentaria, pero que en la práctica es sorprendentemente eficaz. Es justo ese momento en el que nos sentimos satisfechos de haber completado dicha tarea, en realidad tan sencilla, y que nos invita a continuar a por el siguiente paso, lo que dota de sentido a 140. Al final lo que mejor funciona es ese sistema de recompensa. Y es que a pesar de la obsesión que suele existir por lo visual, juegos como este no hacen más que mostrarnos que el sonido – en este caso la música – continúa resultando un gran estímulo.
Como reto tampoco estamos hablando de uno especialmente exigente, y otros como por ejemplo Super Meat Boy – que es retrocompatible – os podrán aportar algo más interesante en este aspecto. Tampoco como duración, ya que completar 140 nos llevará apenas una hora, aunque contamos con un extra a modo de nivel infinito. A destacar especialmente de esta duración las fases contra lo que vienen a ser unos jefes finales geométricos, y que suponen los momentos más intensos. Iremos superando diferentes fases en las que nuestro progreso se guardará automáticamente, además contar con diversos checkpoints a lo largo de la partida que nos ponen las cosas más sencillas. No tendría realmente mucho sentido que fuese al contrario.
Podríamos decir que en general se echa en falta más plataformeo, o una velocidad mayor. Lo que nos lleva a otra cuestión: hay algo en el timing que no termina de cuadrar entre tanta esquina y forma geométrica. El ritmo de la música a veces no casa con el momento del salto, o sencillamente da la sensación de que las plataformas se suceden a un nivel de velocidad diferente. No es algo que ocurra todo el rato, pero sí que se llegan a percibir ciertos momentos de disparidad, que no termina de resultar naturales entre esa unión de música y plataformas, de ritmo y salto, que propone Carlsen. O quizás que la banda sonora empleada, a pesar de ser una electrónica minimalista de buena calidad, no llega a resultar casi nunca tan plana como el escenario y sus formas en 2D. También es cierto que se recurre mucho a las plataformas móviles, o que aparecen y desaparecen al ritmo de la música, y hay algo en ese timing que no casa bien del todo. Puede que el problema, a fin de cuentas, se encuentre sencillamente en que esto debería haber sido un juego musical con plataformas, y no un plataformas con gran presencia musical.
Conclusión
Aún así la sensación en general es positiva. Y la satisfacción tras encajar cada nuevo orbe en su sitio realmente buena, justo en ese momento en el que lo introducimos y le música pega un subidón que nos lleva arriba el ánimo de forma instantánea. 140 es un título de plataformas muy corto y sencillo pero entretenido en lo que dura. Además, si sois aficionados a los juegos musicales o que hacen un uso intenso de ella, en su diseño audiovisual minimalista encontraréis también una propuesta interesante.