No sé vosotros, pero yo todavía recuerdo aquellos años mozos (tampoco es que esté cerca de la jubilación, pero ya me entendéis) en los que cursaba la educación secundaria, o más tarde el bachiller, y en los que mi mente se nublaba por completo cuando comenzaban a darme una clase teórica de matemáticas. Esas que dan inicio a cada nuevo tema y que preceden a un sin fin de ejercicios que finalmente serán los que debamos terminar de aprender a realizar si queremos superar el consiguiente examen. La parafernalia de antes, seguramente de una importancia primordial para el matemático o en este caso el profesor, termina siendo una especie de lore intrascendente y aburrido que acompaña a los problemas. Algo que sirve para dar forma a las entidades abstractas que manejamos en los ejercicios, donde sí vemos algo más concreto: los números, y el ensayo y error. Hay bastante de eso en la obra desarrollada por Digital Dreams. Pero no os asustéis, porque como os contaremos en este análisis de Metrico+ en Xbox One, esto es mucho más llevadero que las clases de matemáticas a primera hora de un lunes.
Despertando la consciencia
Como en un lunes por la mañana, Metrico+ nos sitúa a nosotros y nuestra consciencia a solas, en un escenario que no llega a ser abstracto, pero que claramente queda relegado a un segundo plano. Hay formas definidas, normalmente geométricas, pero que están puestas allí como elementos de atrezo. Más importancia cobra el color, un acompañante durante todo el viaje que va marcando la experiencia, indicándonos en cada momento lo que Metrico+ quiere que sintamos ante cada nuevo puzle. Porque al final el escenario no es más que eso, sensaciones que acompañan una serie de problemas que se van poniendo ante nuestra figura: un hombrecillo o mujer de monigote según elijamos, que representa nuestra identidad frente a un nuevo obstáculo.
De nuestra capacidad para superar nuevos problemas también va la cosa. Metrico+ es un juego de puzles que nunca llegan al nivel demencial y obsesivo de otros títulos, aunque en torno al final las cosas se empiezan a complicar bastante más. Es un juego que quiere que avancemos, que palpemos nuestros propios límites, pero que los traspasemos una vez más, y otra, y otra… Quiere que nos olvidemos de que hay un muñeco que controlamos. Pero también quiere que nos olvidemos, en el fondo, de que es un juego. No hay interfaz, no hay ni siquiera menú de inicio. Y hay unos microtutoriales que están ahí porque no quedaba más remedio que decirnos el botón del mando que tenemos que apretar para comprender la siguiente mecánica que nos acompañará a lo largo de la próxima fase.
No son problemas para llevarnos a la cama. Cada puzle es una experiencia que invita a ser superada durante el rato que pasamos delante de la pantalla. Es por eso que se encuentra justo un peldaño antes del rompecabezas que nos desquicia y llegar a obsesionar. Su diseño minimalista de hace notar en la infografía que suele aparecer en pantalla, con X´s e Y´s, y algunos números cuyo significado tendremos que averiguar por nosotros mismos. Pero en el fondo el ser una experiencia interactiva le puede más que la fijeza por esos mismos números. Ni estos ni los saltos, porque tiene cierto componente plataformero, llegan a convertirse nunca en auténticos protagonistas. De vez en cuando tenemos que realizar un cálculo simple de dos más dos, o un salto ligeramente controlado. Pero por lo demás el patrón de los puzles se basa más en que comprendamos cómo aplicar la nueva mecánica aprendida en la fase. Que suele corresponderse con uno de los botones del mando.
Cada nivel está compuesto por un camino en el que se van sucediendo los puzles, separados entre sí únicamente por checkpoints. Los primeros correspondientes a cada fase prácticamente nos dejan vía libre, y sirven solo para que comencemos a aplicar la nueva habilidad. Pero conforme empezamos a avanzar se van complicando, hasta que comienzan a unirse también las mecánicas de los demás botones. Poco a poco se van formando así rompecabezas más complejos y también más satisfactorios de superar. Algo empañado únicamente por la inspiración más escasa de algunos, contados, puzzles.
Problemas interiores
Al terminar cada nivel veremos como nuestro pequeño monigote pasa por una especie de escenita catártica en la que adquiere su nuevo conocimiento. Sin embargo, aunque cada nuevo reto va haciéndose más complejo, más interesante todavía es el planteamiento general que casi todo ellos comparten, y que consiste en no menospreciar el movimiento. De forma que las acciones que realicemos con nuestro personaje pueden tener un peso real en la resolución del puzle, y deberemos averiguar cuál. Por ejemplo, golpear o saltar encima de una plataforma concreta puede corresponderse con el alzamiento de otra en otro punto del escenario. Es curioso, en todo caso, que esta gran idea nunca llega a tomar el gran peso de los retos, ya que no siempre cada acción está correspondida con un efecto en el rompecabezas. La importancia del movimiento casi siempre está presente, pero no llega a convertirse en el eje central.
Al final no es más que una muestra de lo comedido, de que Metrico+ es un juego contenido en sus propios ideales que no busca, como tantas otras propuestas hoy en día, abrumar o sobrepasar al jugador. Es una propuesta que se siente cómoda en su sitio. En su justa medida. La misma que afecta a cierto trasfondo, o trama, si preferís, que se nos quiere contar. Un mensaje de esos que no quedan del todo claro, pero que está ahí para dar redondez y sentido final al conjunto de la obra. El círculo siempre se encuentra presente. La vuelta a empezar, el abstraerse en uno mismo para salir a encontrar una solución al problema que se expone en el exterior. No es una idea nueva, ya la hemos experimentado en cierto modo en esas clases de las que hablábamos u otro títulos, pero merece la pena contemplarla una vez más.
Dicho esto es difícil adivinar por qué sorprende tanto Metrico+. Sobre todo cómo lo hace con tan poco. No solo por lo escaso que pone encima de la mesa en el sentido de recursos técnicos, sino por la propuesta en sí, bastante austera y basada en algo que hemos visto cientos de veces: el ensayo y error. Pero al caso, lo que hace lo hace muy bien. Y quizás sorprende precisamente por su autenticidad y honestidad. Porque no guarda en sí aires de grandeza, pero sabe desplegar sus ideas a la perfección. Se siente fresco, algo que no es sencillo de lograr cuando hablamos de juegos basados en puzles, pero que cuando se alcanza deja una gran sensación al jugador.
Conclusión
Metrico+ es parecido a una clase de matemáticas un lunes por la mañana. Pero no por lo aburrido, sino por su capacidad para abstraernos a una realidad en la que los números son solo el telón de fondo, y nuestra consciencia se debate por encontrar una salida. Al contrario que esa clase, finalmente Metrico+ nos atrapa por las buenas sensaciones que van dejando sus puzzles, números y colores. No dura lo que una clase (en tiempo real), pero sí lo que tres o cuatro. Lo que tardemos en aprendernos la lección, según nuestra velocidad de comprensión y estado de ánimo, que puede condicionar bastante el resultado. Eso sí, la lección más apasionante.