Cuando echamos la vista atrás y vemos el tiempo que ha pasado desde un determinado suceso es cuando nos damos cuenta de cómo de rápido transcurre el tiempo. Eso es lo que nos ha ocurrido una vez más al percatarnos de que Life is Strange, uno de los videojuegos más impactantes de la actual generación, cumplió ayer nada más y nada menos que cinco años. Un lustro a nuestro lado. Ahí es nada. Una aventura de fuerte componente narrativo, con toma de decisiones y que se lanzó episódicamente. Esto nos sonaba. Era la fórmula Telltale Games. Curiosamente, sin embargo, el estudio francés Dontnod Entertainment consiguió alcanzar la perfección de esta fórmula al primer intento.
Si algo se le podía achacar a los creadores de The Walking Dead o The Wolf Among Us es que, en ocasiones, su gameplay pecaba de conservador, de no permitirnos hacer casi nada. Dontnod, que venía de solo haber creado un juego (el magnífico Remember Me, que fue injustamente masacrado por la crítica especializada), eliminó de un plumazo cualquier atisbo de duda que pudiera haber con el género de las «aventuras gráficas modernas”. La historia de Max Caulfield y Chloe Price era la perfección en todo: narrativa, personajes, relaciones, decisiones, concepto de juego y jugabilidad, que combinaba fases de exploración exhaustiva con otras de ingeniosos puzles.
Y es que, en la piel de Max, teníamos la posibilidad de manipular el tiempo a nuestro antojo, lo que revolucionó los videojuegos basados en decisiones. Por primera vez en el género, podíamos explorar todas las opciones de decisión, rebobinar el tiempo y tomar la elección que más nos conviniera. Por si fuera poco, el estudio parisino nos deleitó con dos de los mejores personajes que hayamos visto en la última década: complejos, realistas, llenos de aristas emociones y que dejan momentos para el recuerdo. Algo a lo que también contribuye una de las bandas sonoras más inteligentes de la generación, combinando exquisitas piezas originales con canciones de diferentes grupos indie.
Life is Strange fue la primera piedra en la edificación de un mundo nuevo en los videojuegos. Un título juvenil y maduro al mismo tiempo. Un título atrevido a la hora de afrontar aspectos de la vida real como el miedo a la muerte, el suicidio, la depresión, la violencia de género o la homosexualidad. Y todo ello en un explosivo cóctel emocional que ha pasado a la historia del medio.