Al comenzar a jugar a Hearthstone es frecuente oír al tabernero decir aquello de «¡Vaya frío, al menos aqui dentro se esta calentito!». Con respecto a Spelunky, uno de los juegos regalados para los suscriptores Gold de este mes, yo os digo «¡Vaya calor, al menos esta cueva parece fresquita!» Acompañadme un rato, porque con este análisis de Spelunky os intentaré explicar por qué fue uno de los mejores juegos independientes que llegaron a Xbox 360, y tenéis ahora una oportunidad estupenda para probar esta pequeña joya durante vuestras calurosas vacaciones de verano, o volver a él si ya lo habíais hecho, ya que aquí cada partida es diferente.
La repetición aleatoria
Hace unos días leí un maravilloso artículo en AnaitGames sobre la repetición en los videojuegos y su relación con el aprendizaje al que alegremente nos sometemos para superarlos. Lo bonito que es comenzar un nuevo juego y comenzar a llevarnos sorpresa tras sorpresa en la frente, y morir, y perder vidas… pero terminar por hacernos dueños de él, dominando cada uno de sus recovecos como si fuésemos su propio padre. Pues bien, Spelunky puede ser el doble de bonito, porque además de ser de esos juegos con una línea de aprendizaje perfectamente medida para no llegar a causar una completa frustración y mantenerse en el límite, se encuentra dentro del grupo de títulos que buscan dar una vuelta de tuerca más a esta cuestión con un diseño de niveles aleatorio.
Nuestro objetivo en Spelunky será simple, por el contrario lograrlo muy difícil. Y es que comenzaremos nuestra aventura, tras un breve aunque ya desafiante tutorial, sin demasiadas pretensiones. Estamos en una cueva que esconde todo tipo de tesoros, y debemos llegar al final de la fase haciéndonos por el camino con todo lo que podamos. El principal problema es que la cueva no alberga solo tesoros, sino también un enorme repertorio de trampas y enemigos a cada cual más letal, como ese espeluznante y vil fantasma que no cesa de perseguirnos. Por si eso fuese poco, contamos con una cantidad limitada, muy limitada, de vidas; que solo podremos recuperar de una en una por cada nivel si conseguimos rescatar a una damisela en apuros. Todo esto como veremos convierte al juego de Mossmouth en un auténtico reto, al alcance solo de los más pacientes, atrevidos y atentos.
Porque como comentaba antes, Spenlunky no quiere hacernos aprender un mismo camino a través de la repetición incesante del mismo recorrido. Como en cualquier otro juego, en la repetición está la clave para que sepamos qué hacer en cada momento. Pero es un juego que premia nuestra atención, porque de que vayamos superando cada fase depende que descubramos poco a poco cada uno de sus cientos de secretos, como saber para qué sirve cada objeto o la forma de atacar de cada enemigo. Solo así sabremos cómo resolver cada una de las impredecibles situaciones que se nos plantearán durante la partida. Eso sí, para ayudarnos contaremos con un diario en el que se irán anotando entradas con información por cada novedad que encontremos, como un nuevo enemigo.
Tenemos un total de cuatro mundos de diferentes biomas, y cuatro fases por cada uno de ellos que recorrer de arriba abajo; ya que la verticalidad es una constante, para superar cada nivel deberemos encontrar la salida que suele estar ubicada aproximadamente en la parte más baja, por lo que deberemos ir buscando la mejor manera para descender. Si agotamos nuestras cuatro vidas iniciales, tendremos que volver a empezar desde el principio del juego. La cuestión es que nuestra partida volverá a ser diferente, teniendo en cuenta que cada nivel se genera aleatoriamente al entrar en él. Es decir, que no nos toparemos nunca con dos partidas exactamente iguales, y por muy bien que nos vaya en una, basta con un golpe de mala suerte para que perdamos de un tirón esas tres vidas que guardábamos con recelo.
¡Qué la suerte te acompañe!
Y creed que los golpes de mala suerte existen en Spelunky. Vale que cuanto más sepamos del juego más precaución tendremos, porque seremos más conscientes de que el enemigo más tontorrón nos la puede liar, pero es que realmente basta con que demos un traspiés, o un monstruo aparezca en el momento más inesperado para que demos con nuestros huesos en unos pinchos, con lo que moriremos instantáneamente, sin importar el número de vidas – o toques – que aún poseamos.
Es por eso que la suerte también juega un papel importante. Pero eso es lo bonito de Spelunky, que nunca sabemos con exactitud lo que nos vamos a encontrar. Encontrar un objeto importante con el que superar rápidamente y sin complicaciones ciertas zonas puede ser clave para que esa partida sea la buena. El látigo que tenemos por defecto, las bombas o las cuerdas para escalar a lugares altos, son los objetos más básicos, pero hallaremos todo tipo de herramientas, como paracaídas, brújulas, o una escopeta, que nos pondrán la vida más fácil. Lo aleatorio de las situaciones, lejos de resultar una injusticia para el jugador, suele suponer un estímulo que nos incita a descubrir más, a permanecer atentos a la pantalla y, en definitiva, a incrementar nuestra diversión, pero hay que ser pacientes. A eso ayudará también la IA de los enemigos, que parece sacada de un juego de recreativa, con unas rutinas muy marcadas, pero que combinada con los cambios de escenario, ayudará a que se den situaciones de lo más surrealistas.
Lo mejor, es que se trata de uno de esos juegos de los que cuesta despegarse si lo tuyo son los retos. La sensación de no estar repitiendo fases a pesar de comenzar desde el principio cuando morimos ayuda a que la frustración no nos lleve al abandono. De vez en cuando podemos toparnos con una partida especialmente dura, aunque en general suele estar bien compensado y se nos obsequia con buenos objetos u otras fases más sencillas. Así, entre muerte y muerte, vamos viendo como el juego nos atrapa y va alargando su duración, a pesar de que a priori no se trate de un título especialmente longevo, o que hayamos descubierto los atajos. Como añadido también contamos con un interesante modo multijugador, con duelos competitivos o partidas cooperativas.
Técnicamente se trata de un juego independiente de la pasada generación, por lo que no esperéis grandes alardes. Aún así, su diseño bidimensional y con cierto aspecto cómico, que no llega a caer en el clásico pixelado, le sienta fenomenal y acompaña perfectamente el gameplay. Los efectos y el sonido tampoco desmerecen. Aunque lo más destacable es que la recreación de escenarios aleatorios está realmente bien conseguida, y sin presentar una excesiva complejidad, convierte al juego en la pequeña joya que es.
Conclusión
Spenlunky es uno de esos juegos atemporales, que podréis disfrutar ahora también en Xbox One sin ninguna sensación de estar jugando a algo anticuado. No se trata de un título de gran presupuesto, pero tiene unas bases muy firmes, y mantiene intacta su frescura con la que se ganó un buen puñado de fans hace unos años. Si sois suscriptores de Xbox Live Gold y os gustan los juegos que os plantean verdaderos retos, es un pecado que dejéis escapar la oportunidad de, como poco, probarlo. Aunque ya os advertimos que su equilibrada dificultad y curva de aprendizaje igual os hace dejar de lado el triple A que teníais en la estantería y estáis jugando en verano casi por obligación, vosotros decidís.