Anarcute ha sido definido por sus creadores, el Anarteam, como el simulador de disturbios más bonito del mundo. Y así, de primeras, os podemos asegurar que se trata de una afirmación totalmente verídica, y desde luego una de las mejores formas de describir brevemente esta curiosísima propuesta que nos llega a Xbox One, de momento de forma exclusiva en consolas. Porque Anarcute es en cierta manera eso, un simulador de disturbios, pero también es uno de esos juegos que entran por los ojos, y no por su despliegue técnico, sino por su carisma, por su particular diseño artístico, que sin ser extraordinario resulta encantador. Os contamos sus entresijos a continuación en nuestro análisis de Anarcute.
Manifiestamente original y divertido
Normalmente cuando hablamos de juegos independientes en artículos o análisis solemos destacar como algo positivo el que se basen en propuestas originales, arriesgadas, de esas que sería muy raro encontrar en un triple A actualmente. Obviamente la originalidad también es un factor encomiable en los juegos de gran presupuesto. Sin embargo, en el caso de los títulos independientes es casi algo que exigimos de serie, porque es la industria independiente la que debe arriesgar, y la que en muchas ocasiones nos acaba trayendo productor sorprendentes que terminan por resultar un rotundo éxito. Clarísimo ejemplo de esto es Rocket League, un juego que no solo es excepcional en su propuesta, sino también en su jugabilidad.
Anarcute, irónicamente, no es una revolución jugable (demasiado para un pequeño estudio de cinco personas). Pero sí que es una de esas propuestas que perfectamente pueden ganarse un hueco en la memoria de quienes lo prueben, y una parada altamente recomendable para los amantes de la industria independiente. Nuestro objetivo durante el juego es sencillo: deberemos liberar a la ciudad de la tiranía opresora a base de manifestaciones y disturbios. Y para ello, cuantos más se unan a la revuelta, mejor. Además, no escatimaremos en tomar las medidas que sean necesarias, desde inofensivas pancartas y palmas, hasta el derribo de edificios, pasando por el lanzamiento de ambulancias o camiones de combustible. Porque no nos engañemos, Anarcute es bonito, pero aquí lo que necesitamos para salirnos con la nuestra es sembrar el caos. Es ese contraste una de las primeras sensaciones que quedará reflejada en el jugador, y que consigue transmitir una genuina sensación de frescura.
Bajo esta premisa, comenzaremos a jugar en Tokyo, la primera ciudad a liberar, con un solo miembro en nuestro grupo. Rápidamente iremos incorporando nuevos miembros a nuestra particular revolución, mientras vamos aprendiendo los controles y mecánicas básicas. Algo sencillito, que casi sin darnos cuenta va complicándose poco a poco y abriendo nuestras posibilidades de destrucción. Pronto descubriremos que lo mejor de Anarcute es dedicarnos a recorrer la ciudad con un grupo numeroso, porque será entonces cuando notaremos esa sensación de poder por ser un grupo grande, y nos sentiremos invencibles acabando rápidamente con quienes osen interponerse en nuestro camino, o si hace falta, echando abajo la ciudad.
Existe una extraña satisfacción, incluso reconfortante, en eso de ir lanzando vehículos y casi cualquier utensilio que encontremos a nuestro paso contra las fuerzas del orden y la ley de la ciudad en cuestión. Es en parte por el ansia de poder y destrucción que tenemos cuando reunimos un grupo grande y una musiquilla genial comienza a alentar nuestras ganas de violencia, pero también las ganas de que nuestra trifulca salga bien, y acabemos con la tiranía que se apodera de la bonita ciudad que recorremos. Pero claro, no todo será destruir y cantar, las fuerzas del orden intentarán noquear a nuestros manifestantes por todos los medios: barreras, ráyos láser, francotiradores o helicópteros son algunos de los elementos que se desplegarán ante nosotros, y que como es habitual, nos irán poniendo las cosas más complicadas tras cada nivel.
Destrucción, linda destrucción
¿Y cómo haremos todos esto? Pues tomando el control del grupo manifestante al completo, como si de un típico juego de estrategia en tiempo real se tratase, pero con un control dinámico que recuerda más a juegos como Pikmin, salvando las diferencias, en los que en lugar de manejar un solo personaje, somos la propia masa. El manejo, en cualquier caso, es como si de un solo individuo se tratase, y vamos dando órdenes particulares como lanzar los vehículos u objetos que nuestros manifestantes van tomando por la ciudad, golpear repetidamente, rodar para esquivar ataques enemigos o derribar edificios. Por supuesto, intentando evitar en la medida de lo posible que nuestros revolucionarios sean golpeados, porque cuanto más amplia sea la multitud, mayores habilidades iremos desbloqueando, más poderosos seremos, y más divertido será continuar con nuestra revuelta.
Anarcute no es excesivamente difícil, y es que en cierto modo no es un juego que pida serlo, porque lo realmente divertido es sentirnos poderosos. En cambio, en Anarteam no se han olvidado de los jugadores exigentes. Por eso se ha implementado un sistema de puntuación que calificará nuestra actuación en función del tiempo que tardemos en terminar el nivel, la cantidad de manifestantes que reunamos, o lo que la liemos. Es aquí donde, si queremos conseguir alcanzar el rango más alto, deberemos sudar y llegar a dominar el juego. Tendremos un total de cuatros ciudades que liberar: Tokyo, Paris, Miami y Rekyjavik, más alguna que otra sorpresa, que darán bastante de sí en cuanto a duración teniendo en cuenta su precio, aunque no esperéis una cantidad ingente de niveles. Por otro lado, cierto es que Anarcute no es excesivamente rejugable ni exigente, porque una vez hemos pasado con él las primeras horas de juego, y esa sensación de sorpresa se va perdiendo, puede comenzar a hacerse repetitivo. Por eso aquello de que no supone realmente una revolución jugable. Pero sí que merece la pena adentrarse en él, y experimentar lo que tiene para ofrecer. Además, seguro que encontraréis una ocasión para volver a él una vez lo hayáis terminado, aunque solo sea para enseñarle a vuestro colega esa curiosa propuesta que Anarteam se ha atrevido a traer a Xbox One.
Como decíamos, estéticamente Anarcute es una pequeña delicia. Sin necesidad de ser un juego rico en detalles, ni en escenarios, ni personajes; ni ofrecer una gran variedad de sitaciones. Ese estilo simplista y animado es realmente efectivo, y nos transmite perfectamente las sensaciones que busca, entre lo bonito, lo cómico, lo serio, y la sátira. Mención especial para los manifestantes, que son diferentes animales personificados, que poco a poco iremos desbloqueando hasta llevar con nosotros un auténtico zoológico revolucionario, lo que ayuda a aumentar el jolgorio. Mi preferido, sin duda, es la carpa. Del mismo modo, en su apartado sonoro no encontraremos un juego especialmente cuidado, que incluya por ejemplo voces. Pero la música que nos acompañará en nuestros disturbios es de lo mejor del juego. Se activará en el momento que consigamos reunir un grupo considerablemente numeroso y comience la acción dura, y a partir de ahí, la satisfacción de acabar con lo que se ponga en nuestro camino irá en incremento.
Conclusión
Anarcute es un juego grande. Y no lo es por una increíble historia, por una profundidad jugable, por un impresionante apartado técnico o por la cantidad de horas que requiere para completarlo. Lo es por su originalidad, porque sorprenderá al ser una de esas propuestas diferentes que tanto nos gusta experimentar gracias a los juegos independientes, de esas que dejan una sensación memorable, y porque se nota que se ha puesto un enorme cariño en su desarrollo para lograr justo lo que se buscaba. ¿Merece la pena comprarlo? Quizás si buscáis algo profundo, muy adictivo, o a lo que dedicarle una gran cantidad de horas, no será vuestro juego. Pero si os apetece jugar a algo agradable y divertido durante un buen puñado de horas, no os arrepentiréis de probar Anarcute. Seguro que no os dejará indiferente.